Si miramos hacia mañana, 7 de septiembre, se nos saltan las lágrimas de pena, pero si volvemos la vista atrás nos cuesta trabajo elegir la sonrisa más apropiada para cada recuerdo. Recuerdos, eso es lo único que podemos llevarnos de este mundo; recuerdos y vivencias, y el más rico del cementerio es quien más experiencias ha vivido.
La ropa de las maletas está sucia, sólo quedan dos tristes latas de conserva en una de las tres neveras que llevamos, las botas están llenas de manchas de barro y mosquitos estrellados, sólo nos quedan 1GB en una de las tarjetas de las cámaras de vídeo, las motos necesitan un lavado profundo… Cualquier otro día, alguno de estos detalles hubiera sido suficiente para ponernos manos a la obra y dejar todo el equipamiento en perfecto orden de uso, pero hoy es el día en el que todo vale, porque ya nada tiene importancia si se acaba el viaje.
Pocas parejas se imaginan lo edificante que es uno de estos viajes si vas conectado por comunicadores Bluetooth: todas las cosas que quedan pendientes de conversación durante el resto del año ahora se pueden tratar. Hemos estado montados en la moto una media de 7 horas al día, con varias jornadas que han pasado de las 10 horas de ruta y, en todo momento, hemos estado conectados y charlando. Los 350 kilómetros de hoy, que apenas nos han llevado tres horas por la autopista (sí, hemos sucumbido al encanto de la velocidad y la última jornada, sobre todo por evitar el calor, la hemos resuelto por la autovía y tempranito), han estado plagados de… «y te acuerdas cuando compramos los tomates a la abuela de Rumanía»… «y la carretera del lago Constanza, cómo estaba de obras…»… Así hemos llegado a la Avenida de América, donde todo ha terminado.
Durante el desayuno en el Santuario de la Virgen de Magallón, nos hemos despedido del encargado, reviviendo aventuras de los Balcanes, con el apoyo de un camarero bosnio que aún le ha dado más interés a la conversación.
El día ha amanecido ventoso, los Monegros y, sobre todo, el puerto de la Muela, nos han recordado que sólo se disfruta de la moto si la llevas en la sangre, pero con pericia y mucha prudencia, hemos dejado atrás el viento y pronto estábamos atravesando las mesetas alcarreñas.
Deshacer el equipaje, empezar a pensar en el trabajo y la rutina… Eso se ha quedado a medias, ha sido mucho más interesarte descargar las cámaras de fotos y vídeo y empezar a disfrutar del otro viaje: el del recuerdo. ¡Yo estuve allí!
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Recorrido 21: Leciñena-Zaragoza-Medinaceli-Madrid
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