Viajamos porque así enriquecemos nuestro conocimiento que, a la postre, es lo que más nos satisface. De manera rutinaria, en cada jornada, somos capaces de introducir en nuestra memoria algunas cosas nuevas, por norma general no demasiadas pero, cuando salimos de nuestro caparazón de lo cotidiano, cada pocos minutos podemos capturar imágenes, sonidos… vivencias nuevas: esa es la esencia de cualquier viaje. En moto todo se precipita, porque conseguimos generar más sensaciones: velocidad, vértigo, aceleración… y si somos capaces de desarrollarlo en un escenario desconocido, todavía mejor.
Somos la consecuencia directa de lo que hicieron nuestros antepasados, y estudiándolo conseguiremos, además de ampliar nuestro conocimiento, encontrar muchas respuestas a situaciones y dudas, que tienen su origen en nuestros padres, abuelos o mucho más lejos todavía.
En este país, de manera paralela a lo que sucedía en Europa, existió una época que ha pasado a la historia como “la Ilustración”, que definimos como un movimiento cultural e intelectual que se desarrolló desde mediados del siglo XVIII, teniendo como fenómeno histórico, simbólico y problemático la Revolución Francesa. Pero tras ese desenlace sociológico hubo, además, muchos avances tecnológicos: la inquietud social siempre abarca más de un ámbito.
Por aquella época construyeron en Francia un sistema de canales navegables con los que se comunicaba el mar Mediterráneo con el Cantábrico. Mediante el denominado Canal du Midi se unió el río Garona (Toulouse) con el mar Mediterráneo y, con otros canales complementarios, se comunicaron Toulouse con Burdeos, llegando en uno de sus ramales hasta Sète, utilizando el agua del Ródano.
Esos canales, a falta del desarrollo del ferrocarril y de las actuales carreteras donde todo se puede transportar en vehículos automóviles, servían para mover grandes mercancías, utilizando barcazas que navegaban por el interior de los canales, amén de la construcción de almacenes, molinos o batanes que, utilizando la energía hidráulica, funcionaban sin parar en las márgenes de estos cursos artificiales de agua.

La idea causó gran impacto entre los “ilustrados” españoles y en tiempos de Fernando VI, movidos por la iniciativa del Marqués de la Ensenada, se recuperó un gran proyecto que llevaba oxidándose más de dos siglos en algún cajón de los regentes: el proyecto más ambicioso pretendía unir el puerto de Santander con la corte de Madrid, para lo cual se construiría un canal navegable desde Reinosa hasta Segovia (atravesar la sierra de Guadarrama era un problema irresoluble para los medios de la época). Diferentes recortes económicos dejaron el proyecto en tres canales complementarios: Alar del Rey-Serrón (Grijota), Serrón-Valladolid y Serrón-Medina de Rioseco. En total 207 kilómetros navegables por el denominado sistema “de sirga”: al ser la superficie libre del canal totalmente horizontal, las barcazas se movían tiradas con caballerías desde las orillas a través de una soga (sirga). Precisamente los caminos paralelos al Canal de Castilla son los que han dado lugar a este reportaje, basado en nuestro desplazamiento por algunos de ellos.
Para conseguir que la lámina de agua del canal fuera horizontal, era necesario salvar los desniveles del terreno, para lo que se recurrió a uno de los ingenios desarrollados por Leonardo da Vinci: la esclusa. Cada vez que era necesario bajar o subir las barcazas por el cauce del canal, se le dotaba de cajas (esclusas) que podían cerrarse e inundarse o vaciarse a voluntad, de manera que las barcazas podían subir o bajar de nivel mediante las maniobras de las esclusas.

Me voy a ahorrar los datos históricos y técnicos del Canal, ya que hay lugares más apropiados para documentarse sobre todas estas particularidades: pincha en este enlace para acceder a toda la información.
En moto al Canal de Castilla
Para llegar hasta la cabecera del Canal de Castilla, situada en la localidad palentina de Alar del Rey, nos desplazamos desde Madrid por carreteras secundarias, según se refleja en el mapa adjunto. Esta zona está muy bien comunicada por carretera y existen muchas alternativas para llegar hasta Alar del Rey.
Una vez en esta localidad nos marcamos tres objetivos fundamentales para visitar: las esclusas de Frómista (esclusa cuádruple), el conjunto de Calahorra de Ribas (donde comenzaron las obras del Canal de Castilla, esclusa triple), y el Serrón (Grijota, esclusa triple) y nacimiento del Ramal de Campos. Este recorrido, siguiendo el canal, es de unos 89 kilómetros, de los que se pueden hacer más de la mitad por las pistas de tierra que hay en las márgenes, pero también se puede trazar un recorrido por carretera asfaltada para visitar las esclusas más importantes.

De todas las esclusas actuales, sólo disponen de compuertas las que hay en Calahorra de Ribas, pero sólo se utilizan en momentos muy señalados, ya que no están operativas de manera cotidiana.
En el mapa adjunto dispones de toda la información para visitar los puntos más representativos del Canal de Castilla.
Los caminos de sirga
Aunque en tiempos el Canal de Castilla era practicable en su totalidad, utilizando los senderos que hay en sus márgenes, en la actualidad sólo algunos tramos se pueden recorrer libremente. Algunas zonas han sido invadidas por la vegetación, otras han perdido el firme de grava y en algunas otras está prohibido el paso debido a que las utiliza la Confederación Hidrográfica del Duero como caminos de servicio para labores de mantenimiento.
Además, debemos circular con mucha precaución, porque nos encontraremos, con bastante frecuencia, cicloturistas, caminantes o maquinaria agrícola ligera desplazándose por estos caminos de sirga.
Rodar en moto sobre estas pistas es sencillo, siempre que seamos prudentes con la velocidad, aunque podemos encontrar algunos tramos con balsas de gravilla suelta que nos harán extremar al máximo las precauciones.
Responder