Cuando un viaje por los Pirineos te resulta demasiado familiar y ya te has quitado las ansias de tomar curvas enrevesadas por las carreteras de los Alpes, es el momento de utilizar tu moto para hacer algo más que turismo: una verdadera aventura.
Sin necesidad de dar la vuelta al globo terráqueo en busca de lugares pintorescos que visitar, en el extremo oriental de la Vieja Europa, flirteando con los antiguos territorios de la URSS y de Yugoslavia, se encuentran varios países en los que las carreteras secundarias alcanzan el calificativo de paraíso para viajar en moto; aunque, tanto por la complejidad del tráfico en esta zona, como por el mal estado de algunos tramos de carreteras, es solo aconsejable para “moteros iniciados”.

¡Al fin! No es el primer viaje largo que hacemos, la logística la tenemos bastante asimilada y ya acumulamos una edad como para emocionarnos por cualquier eventualidad de forma gratuita… pero esto nos supera: la excitación que provoca una aventura como esta nos ha mantenido a todos muy nerviosos durante los últimos días, casi como si fuera nuestro primer viaje en moto.
Para alargar el periodo de vacaciones al máximo, he salido directamente desde el trabajo: la mitad del equipaje ya estaba en la moto y solo he tenido que acoplar las maletas que ya estaban preparadas. Según lo previsto, a las 5 de la tarde, nos encontrábamos con Chichu y Yola en el área 112 de la N2.

En esta ocasión hemos tenido el privilegio de tener la compañía y escolta de Juan Tortajada, compañero de trabajo y amigo, hasta Santa María de Huerta: estamos convencidos que en otro próximo viaje no dará la vuelta y seguirá con nosotros hasta cualquier destino.
Entre la charla, la ilusión, la emoción del encuentro con las motos cargadas… Los 340 kilómetros de autovía se han esfumado en un santiamén y antes de las 8 de la tarde nos encontrábamos con los propietarios del hostal Javier, de Alfajarín, para disfrutar de un momento de charla y una cena excepcional. A los sitios donde nos tratan bien siempre volvemos.

Ahora es el momento de re-colocar todo en las maletas, seleccionar la ruta que seguiremos mañana para llegar al puerto de Barcelona sin circular por vía rápidas y, lo más importante: empezar a olvidarnos de la rutina de la gran ciudad para vivir con la máxima intensidad el viaje.
Etapa 1: Madrid – Zaragoza- Alfajarín
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