A Sicilia por los Apeninos: etapas 1 a 10

Primera etapa: Madrid-Sangüesa 390 km

Sin haber programado ni una sola etapa, comenzamos este viaje con la isla de Sicilia como destino pero, como es habitual en nuestras aventuras, lo haríamos evitando autopistas y grandes vías de comunicación, intentando viajar lo más económico y racional posible y utilizando la acampada o los alojamientos más elementales para descansar tras cada jornada. También las comidas las teníamos previstas por nuestros medios, aunque cada pocos días tenemos la costumbre de terminar una jornada en un restaurante típico de la zona por donde estamos viajando.

Por la llanura soriana

Con un ojo puesto en la carretera y otro en la previsión meteorológica (llevaba muchos días lloviendo de manera torrencial en Madrid), abandonamos la ciudad por la populosa N-I aunque, antes de transcurridos los primeros 20 kilómetros, ya la habíamos abandonado para continuar por la Sierra Norte de Guadalajara hasta llegar a la localidad de Atienza, desde donde atravesamos la provincia de Soria por las localidades de Almazán, Ólvega y Ágreda, para continuar por Navarra dejando atrás Caparroso y Carcastillo, donde un cielo encapotado nos aconsejó empezar a buscar alojamiento.

El destino de la primera jornada

Consultamos las posibilidades existentes al norte de las Bardenas y decidimos terminar la jornada en un discreto hotel de Sangüesa. Hoy no sería necesario desplegar toda la parafernalia de la acampada, aunque la cena sí corrió por nuestra cuenta en la cómoda habitación del hotel. De paso pudimos comprobar que nuestro infiernillo, las cacerolas de silicona y el resto de los utensilios de cocinar de años anteriores estaban en perfecto estado de utilización.

La primera jornada de un viaje largo está aún falta de sensaciones y prevalecen los nervios de los preparativos y todas las incertidumbres que rodean a una de estas actividades, a la emoción de estar viviendo algo que, posiblemente, llevamos muchos meses preparando.

Las motos ya cargadas a tope para el viaje

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Vídeo completo del viaje

Segunda etapa: Sangüesa-Montech 360 km

Contrariando al pronóstico meteorológico, ha amanecido una mañana resplandeciente, aunque las nubes que tapizaban el horizonte pirenaico no parecían albergar buenos augurios.

Sobre las 8 de la mañana ya estábamos en la cafetería del hotel, buscando en el móvil una gasolinera barata para recargar las motos a tope antes de pasar a Francia. Curiosamente encontramos una a pocos metros de nuestro alojamiento y hacia ella nos hemos dirigido en los primeros compases de la jornada.

Atravesamos la población de Lumbier para dirigirnos al valle del río Salazar, que nos ha llevado hasta la pintoresca localidad de Ochagavía: desde aquí solo había que ascender el puerto de Larrau para atravesar la frontera francesa.

Ascensión a Larrau desde Ochagavía

La primera sorpresa nos la hemos llevado al ver un cartel, en el mismo paso fronterizo, informando de que la carretera estaba cortada. Como ya hemos cruzado infinidad de veces al país vecino y sabemos cómo se las gastan los galos, preguntamos a unos moteros que estaban descansando en lo alto del puerto y nos han informado que ellos habían ascendido por la vertiente norte sin problemas, teniendo algo de precaución con el firme en mal estado; ignorando el pesimista cartel hemos comprobado cómo se podía transitar perfectamente hasta Oloron Sainte Marie, aunque nos ha tocado sacar los trajes de agua, porque Francia nos ha recibido con una ligera lluvia que, al descender de los Pirineos, ha desaparecido, dominando el sol sobre las nubes.

Larrau cerrado temporalmente en la dirección francesa

Unos kilómetros antes de llegar a la localidad de Pau hemos parado para consultar en el mapa hacia dónde queríamos ir y cuál podría ser el final de la etapa, mirando al mismo tiempo las previsiones meteorológicas francesas que, dicho sea de paso, también se veían muy afectadas por las borrascas que están provocando inundaciones en España.

Camping de Montech

Aprovechando que era la hora de comer para los franceses, hemos tomado la populosa carretera N21 hasta llegar a Auch, desde donde hemos continuado por varias carreteras locales con nuestro destino puesto en Montauban. Una decena de kilómetros antes de llegar a nuestro destino hemos pasado por la población de Montech, donde hemos visto la posibilidad de alojarnos en un camping municipal (muy buena relación calidad/precio) y, tras ver la generosa parcela que nos asignaban y el buen precio a pagar (unos 19 euros), hemos decidido terminar aquí la jornada.

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Tercera etapa: Montech-Langogne 295 km

Amanece un día espléndido y pasamos rápido los primeros kilómetros que nos separan de la populosa ciudad de Montauban, aunque nos va a tocar atravesarla por el centro para coger la carretera nacional que nos lleva directamente hasta Rodez.

El paisaje de la campiña es bonito, pero se disfruta poco debido al excesivo tráfico y a los muchos radares que hay durante el trayecto. Las autoridades (de cualquier país) deberían revisar si es bueno que un conductor esté más preocupado por las cámaras de fotos que por los acontecimientos del tráfico.

Carretera D1 por el Parque del Ardèche

Conseguimos circunvalar Rodez por el norte para encontrarnos con la N88 que nos lleva hasta Marvejols, donde nos desviamos por la D1 para recorrer uno de los paisajes más pintorescos del Parque Natural del Ardèche.

Al llegar a la localidad de Langogne hemos buscado un camping donde ha terminado la jornada.

Tocaba revisión de las motos

Ya hemos superado los primeros 1.000 kilómetros de viaje y tocaba revisión y mantenimiento de las motos: limpieza a fondo, engrasado de la cadena y diferentes mecanismos y verificación de todos los niveles de líquidos. Todo en orden y dispuestos para seguir haciendo miles de kilómetros más.

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Una cena típica de camping

Cuarta etapa: Langogne-Gap 310 km

Hemos salido del camping con un cielo plagado de nubes altas que, por el momento, parecían estar alejadas de formar tormentas.

Comenzamos la ruta por la pintoresca carretera departamental D19, que nos lleva hasta la estación de esquí de la Croix de Bauzon, atravesando los mejores paisajes del Parque Natural del Ardèche, desembocando en la concurrida localidad de Aubenas, desde donde hemos continuado hacia Montelimar. A los pocos kilómetros, abandonamos las complicadas carreteras de esta zona descendiendo hasta la localidad de Viviers, donde hemos aprovechado un centro comercial para llenar las neveras y repostar combustible barato.

Puente sobre el Ródano

Desde Viviers la ruta ha continuado cruzando el gran río Ródano (Rhon) por un puente histórico, en busca de carreteras secundarias que nos permitieran acceder desde el sur al Parque Nacional de los Alpes Vercors por la carretera D135, desembocando muy cerca de Die en la D93, que nos ha recibido con un cielo amenazante y una vista fantasmagórica de las primeras cumbres de los Grandes Alpes, totalmente tapizadas por nubarrones grises.

Atravesando los Vercors

Ha comenzado a llover, con un viento bastante incómodo, pero la vista hacia el horizonte nos hacía ver una zona de claros por donde debería discurrir nuestra ruta, así que hemos decidido no ponernos el traje de agua y acelerar la marcha para llegar cuanto antes a Gap, una de las poblaciones más importantes al sur de la región de los Alpes Écrins.

Aunque había varios campings disponibles en la última parte de la ruta, ante lo amenazante de las tormentas cercanas, hemos decidido dormir en uno de los muchos hoteles que hay en Gap.

Tras un paseo relajado por las artísticas calles peatonales de Gap, la mesa y las sillas de la habitación del hotel se han convertido en nuestro improvisado restaurante.

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Por las calles de Gap

Quinta etapa: Gap-Asti 245 km

La mañana estaba lo suficientemente despejada como para poder disfrutar de las mejores vistas de las cumbres nevadas de los Alpes. El termómetro de las motos se resistía a subir, por lo que hemos salido de Gap abrigados, ante la certeza de que lo que teníamos por delante iba a empeorar las condiciones de temperatura.

Comenzamos a rodar por la carretera que lleva hasta Grenoble (N94), metiéndonos de lleno en el espectacular paisaje de los Écrins (glaciares descolgados desde más de 3.000 metros de altitud). Una vez atravesado el gran lago de Serre Porçon hemos abandonado esta gran ruta girando en la localidad de Guillestre, desde donde se entra en el Parque Natural de Queyras por una entretenida carreterilla entre paredes de roca y grandes túneles.

Los Alpes en el horizonte

Una vez que dejamos a nuestra izquierda el desvío hacia el Col de Izoard, aparece rápidamente otra bifurcación a la derecha que va directamente a la frontera italiana, atravesando el espectacular Passo del Agnello.

Hacemos una parada “técnica” para ponernos el traje de agua, más que por la lluvia (poco amenazante) porque vamos a subir a 2.744 metros de altura y toda protección nos parece poca.

Cumbre del Agnello

El Agnello nos recibe con más de un metro de nieve en las cunetas y una ligera niebla. Parada obligada en la cumbre del tercer paso de montaña más elevado de los Alpes (por detrás del Iseran, con 2.764 metros y del Stelvio, con 2.757 metros), pero breve, porque los 6 grados de temperatura y una ligera brisa del norte nos aconsejan descender con rapidez por la vertiente italiana del puerto.

Tras disfrutar de las vertiginosas rampas de la bajada del Agnello (pendientes muy mantenidas de hasta el 15% de inclinación), nos metemos de lleno en el valle del río Varaita, atravesando las célebres localidades de Chianale, Casteldelfino, Sampeyre, Piasco… hasta llegar a la llanura turinesa, donde las emociones acumuladas y el cansancio nos han aconsejado buscar alojamiento.

En la localidad de Asti hemos encontrado un fantástico camping, situado a 3 kilómetros de la ciudad, donde ha terminado nuestra jornada, con paseo incluido por las calles medievales de esta población.

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Más de un metro de nieve en la carretera del Col de Agnello

Sexta etapa: Asti-Marsaglia 175 km

Sobre las 5 de la mañana escuchamos un suave golpeteo de gotas de agua sobre la tienda de campaña. Normalmente esto nos hace relajarnos y disfrutar de la lluvia metidos en el saco de dormir: las tiendas modernas están muy bien impermeabilizadas y, si se han montado de la manera correcta, es muy difícil que el agua llegue a calarlas. Pero en esta ocasión no podíamos demorar demasiado la salida del camping, porque habíamos quedado a las 11 de la mañana con nuestra amiga Tatiana en Acqui Terme, un pueblo situado a unos 50 kilómetros de Asti.

Con Tatiana recorriendo el Piamonte

Por suerte la lluvia fue breve y a las 9 de la mañana ya estábamos recogiendo todo el equipaje perfectamente seco.

Tatiana ya nos visitó en Madrid el pasado verano, cuando viajó con su Ducati Monster durante una quincena por España y ahora quería acompañarnos con su nueva KTM 890 Adventure por algunas carreterillas de curvas de su zona.

Nos encontramos en el lugar previsto y, tras un sabroso café y varios minutos de charla, ha continuado nuestra improvisada “kedada” dibujando curvas entre viñas, oteros y vaguadas con los mejores paisajes del Piamonte de fondo.

Las obligaciones laborales mandan y, antes de lo que nos hubiera gustado, nos despedimos de Tatiana en la localidad de Arquata Scrivia.

A nuestro frente ya se elevaban majestuosos los primeros picos que forman la cadena de los Apeninos, compuestos por tres grandes macizos (Ligures, Tosco-Emilianos y Tosco-Romañolos).

Los Apeninos Ligures nos han recibido con un buen chaparrón que, si cabe, todavía ha embellecido más el paisaje que nos rodeaba, compuesto por carreteras de poco más de tres metros de anchura, con un firme desastroso y unas rampas que nos han catapultado en pocos kilómetros hasta los 1.500 metros de altura al collado de Capanne di Cosola.

Collado de Capanne di Cosola

Ha dejado de llover, pero las previsiones no eran buenas, por lo que hemos decidido buscar un hotel en la pequeña localidad de Marsaglia donde, para celebrar nuestra llegada a los Apeninos (y algún otro evento: mis 64 primaveras) hemos cambiado la comida de nuestras neveras por una excelente pizza al más puro estilo italiano.

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Séptima etapa: Marsaglia-Verrucola (Fivizzano) 213 km

Entre las emociones de las primeras carreteras apeninas, el encuentro con Tatiana, escabullirnos de la tormenta…, nos dimos cuenta de que ayer, aun circulando ligeros, sacamos una media de 46 km/h y, a la vista de la ruta de hoy, no íbamos a mejorar mucho esa velocidad. Así pues, a las 8:30 de la mañana, los motores de las KTM ya estaban “estropeando” el silencio de estas montañas.

Enseguida hemos llegado a la localidad de Ferriere y, entre barrancos y vaguadas, rodeados por infinidad de colinas y valles, hemos atravesado las más entretenidas carreteras que nos han llevado hasta Borgo di Val di Taro, municipio que responde al topónimo del río que surca toda esta depresión.

Sin apenas tiempo de reaccionar se van acumulando los collados (todos por encima de los 1.000 metros de altura), por lo que los valles suponen un escenario de relajación.

Hemos abandonado el valle del Taro en la población de Ghiare, para meternos en una maraña de carreteras de montaña (con pistas de tierra incluidas) a través de las que hemos ascendido hasta el Passo della Scaluchia (1.367 m) que nos ha recibido con la imponente panorámica del pico Alpe di Succiso (2.017 m) dominante de la totalidad del paisaje de esta parte del Parque Natural de los Apeninos Tosco-Emilianos.

Entre lo entretenido de las carreteras, los atractivos que hemos descubierto por todos lados y el mal estado de algunas carreteras, la media de velocidad que hemos conseguido hoy no llegaba a los 42 km/h, por lo que hemos decidido buscar alojamiento en la localidad de Fivizzano.

El Alpe di Succiso (2.017 m) preside el paisaje

En esta parte de Italia es muy difícil encontrar camping (son prácticamente todos solo para autocaravanas) y los hoteles alcanzan precios irracionales para nuestra economía, por lo que nos hemos tenido que esforzar para conseguir una casa particular que se adaptara a nuestra filosofía del viaje: en la pedanía de Verrucola (conjunto medieval del siglo XIII) ha aparecido una casa particular que por un módico precio (50 euros) nos va a servir para pasar la noche.

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La ciudad medieval de Verrucola nos sirvió de alojamiento

Octava etapa: Verrucola-Santa Sofía 270 km

Tras pasar una noche increíblemente tranquila en la casa medieval, nos hemos llevado la sorpresa de encontrar las motos empapadas: ha debido de estar lloviendo gran parte de la noche y nos ha tocado secar bien los asientos y el manillar antes de emprender la marcha.

La previsión meteorológica era mala ya que, a partir de las 9 de la mañana empezaría a llover con tormentas que, pasado el mediodía, se extenderían por la práctica totalidad del territorio que pensábamos recorrer.

La ruta prevista trazaba una línea en dirección sudeste, con la idea de llegar lo más cerca posible de la República de San Marino: si lo ves en el mapa es casi como unir, de manera imaginaria, el Mediterráneo con el Adriático.

Comenzamos así en la Toscana, atravesando las poblaciones de la comarca natural de la Garfagnana, para continuar por la localidad termal de Bagni di Lucca desde donde, siguiendo el valle del río Lima, disfrutamos de las mejores panorámicas de las cumbres de los Apeninos, pero esta vez desde el fondo de varias gargantas.

En pocos kilómetros, coincidiendo con el paso a la región de la Emilia Romana, volvemos a ascender varios puertos, pero esta vez sin superar los 1.000 metros de altitud.

El cielo ha estado amenazante durante toda la jornada y, tras disfrutar de los solitarios paisajes del Parque Nacional de la Foresta Casentinesi, y percibiendo el empeoramiento de las condiciones atmosféricas, nos pusimos a buscar alojamiento.

Tras una intensa lluvia así bajaba el río a su paso por Santa Sofía

Quedaba descartado acampar, por lo que buscamos entre diferentes opciones de alquiler de apartamento. Encontramos uno a nuestra medida en la bonita localidad de Santa Sofía: a los 5 minutos de soltar las bolsas de equipaje en el apartamento se ha puesto a diluviar y no ha parado en más de dos horas. Esta vez nos hemos salvado por los pelos.

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Cuando tenemos la certeza de que va a llover protegemos los interruptores del manillar

Novena etapa: Santa Sofía-San Lorenzo al Lago 250 km

Tras una noche de tormenta ha amanecido un día bastante soleado aunque, a medida que íbamos pasando collados, las nubes de evolución se iban compactando de manera preocupante.

Nada más abandonar el apartamento comenzamos ascendiendo collados de más de 1.000 metros de altura, disfrutando de un exquisito paisaje según atravesábamos las montañas del Parque Natural del Sasso Simone. A continuación nos dirigimos hacia Sant’Angelo in Vado donde, tras 400 kilómetros recorridos desde el último repostaje, las motos necesitaban carburante.

Lago de San Lorenzo

Los collados han dado paso a los grandes valles, anunciando que abandonábamos los Apeninos Septentrionales y empezábamos a pasar a los Centrales, dejando a nuestra izquierda la esbelta cima del Monte Cucco (Parque Regional). El cielo se ha empezado a cubrir por completo con nubes muy oscuras y saliendo de Matelica comenzaba a chispear.

Hoy la velocidad media ha superado los 50 km/h, pero pasadas las 3 de la tarde hemos decidido buscar alojamiento.

Con un toldo nos hemos protegido de la lluvia

San Lorenzo al Lago es la puerta natural de acceso a los Montes Sibillini, uno de los macizos más espectaculares de los Apeninos Centrales: nos arriesgamos, pese a las amenazas de lluvia y decidimos dormir en un camping.

Al poco de instalar la tienda montamos también un toldo y la lluvia no se hizo esperar. Tras una hora de truenos y lluvia ligera salió el sol, lo que nos permitió pasear por el lago y por la pequeña población que hay junto al camping. Esperábamos que esta noche la lluvia nos respetara y mañana pudiéramos emprender la marcha sin sobresaltos… pero esa será otra historia.

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Desde San Lorenzo al Lago entramos en los Montes Sibillini

Décima etapa: San Lorenzo al Lago-Pizzoli 195 km

En la tienda de campaña, en cuanto el día clarea, te desperezas enseguida. La luz no se puede detener y en estos días de junio, tan cercanos al solsticio de verano, a las 6 de la mañana (estamos más al este de España) ya hay mucha claridad; como consecuencia a las 7:00 ya estábamos recogiendo todo.

Para los que nunca han vivido la experiencia de acampar, hay que comentar que se tarda más de una hora en recoger todos los bártulos… siempre que no esté demasiado humedecido el suelo de la tienda o el interior del doble techo. Además, para preparar el desayuno, hay que echarle otra media hora como poco: en total hay que calcular dos horas de margen para arrancar las motos ya cargadas.

El cielo estaba bastante cubierto, pero las nubes aún estaban muy altas, por lo que decidimos atravesar por completo los dos parques naturales más espectaculares de todos los Apeninos: el de los montes Sibillini y el Gran Sasso, donde se encuentran las cumbres más altas de este sistema montañoso: rozando los 3.000 metros de altitud en el Corno Grande en Campo Imperatore.

Entramos de lleno en los Apeninos Centrales

El primer destino ha sido la localidad de Visso, desde donde hemos ascendido hasta el denominado Altiplano de los Apeninos. Se trata de una plataforma empradizada, situada a 1.500 metros de altitud, custodiada en su margen izquierdo por los picos más elevados de los Sibillini: Sibila (2.173 m), Vallelunga (2.221 m), Borghesa (2.145 m), Argentella (2.200 m), Redentore (2.449 m), Vettore (2.476 m) y Torrone (2.117 m). Sin duda el paisaje no tiene nada que envidiar al de cualquier macizo de los Alpes… pero con la ventaja de que aquí no existe la masificación y hay una ausencia total de súper explotación turística.

En lo más elevado del altiplano se encuentra la recóndita localidad de Castelluccio di Nursia, una población con economía agrícola que tiene la fama de sustentarse con el cultivo de las lentejas que, al finalizar la primavera cuando se encuentran en flor, tiñen de color todas estas praderas alpinas.

Altiplano de Castelluccio di Nursia

Descendemos del Altiplano rodeando el Monte Vettore, que nos sorprende con sus verticales paredes de roca calcárea a nuestra izquierda y, al llegar al valle, nos encontramos con un desagradable espectáculo. La madrugada del 24 de agosto de 2016 los Apeninos temblaron, con una intensidad de magnitud 6,2 en la escala de Richter, el epicentro del seísmo se detectó entre Amatrice y Arquata di Tronto, término municipal por el que atravesamos: edificios derruidos, casas apuntaladas, poblados de barracones donde se han realojado a los antiguos moradores de todas las pequeñas poblaciones… La imagen es sobrecogedora: la fuerza de la naturaleza es inimaginable desde la pantalla de los informativos de la televisión. Hay que verlo de cara para conocer la realidad de los hechos.

Monte Vettore tapado por las nubes

El problema para nosotros reside en que las carreteras también se han visto muy afectadas por aquel terremoto (que todavía arrastraba las secuelas del desatado en abril de 2009 en la misma región) y nos encontramos infinidad de obras en las vías principales y asfaltos destrozados en las carreteras secundarias.

Edificios apuntalados como consecuencia de los terremotos

Con todo, no se puede ocultar la belleza del macizo del Gran Sasso que ahora nos tocaba atravesar. Pero el encargado de abrir las puertas del cielo no debía estar muy conforme con nuestra visita y, justo al coronar el collado de Ceppo, se ha puesto a diluviar de manera exagerada, hasta el punto de no poder circular a más de 30 km/h, sobre una carretera destrozada, llena de zanjas ocultas por los charcos y con el temor de que alguno de los múltiples derrumbes de piedras que nos íbamos encontrando sobre el asfalto coincidiera con nuestro paso. Sin llegar a pasar miedo, hemos vivido un par de horas de preocupación, porque la tormenta se iba extendiendo y no le veíamos el final.

Las carreteras del Gran Sasso están llenas de sorpresas

Pasadas las 3 de la tarde, en pleno descenso del Gran Sasso hacia L´Aquila, ha dejado de llover y nos hemos dirigido hacia la localidad de Pizzoli, donde habíamos reservado a media mañana una habitación, con derecho a cocina, que nos ha permitido extender todo nuestro equipo para secarlo y poder continuar al día siguiente con nuestra ruta.

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Pueblos enteros destruidos en la región de L´Aquila

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