Volvemos a Marruecos, siete años después

De manera inexplicable, siendo tan cercano y fácil de visitar nuestro país vecino, llevábamos desde 2017 sin disfrutar de las fantásticas singularidades que nos ofrece el reino alauita.

Son pocos minutos los que se tarda en cruzar el Estrecho en ferry para aterrizar en Marruecos dónde, desde el primer momento, empezarás a descubrir los fuertes contrastes con los que se vive lo cotidiano dentro de esta milenaria cultura. Por mucho que lo queramos normalizar, con un turismo agresivo y de progresión creciente, nos encontraremos con infinidad de signos que marcan la rutina de nuestros hermanos del sur: tan cercanos como distantes.

Aprovechando la organización de la ruta de Semana Santa de nuestros amigos del Club V Strom, decidimos unirnos a su pelotón para disfrutar de nueve jornadas recorriendo los lugares más pintorescos de Marruecos. Para nosotros el itinerario tendría tres jornadas más, al vernos en la obligación de desplazarnos desde Madrid hasta Algeciras, donde nos reuniríamos con el resto de los integrantes de este viaje.

Etapa 1: Madrid-Sierra de Yeguas 481km

Lo más difícil de comenzar un viaje se sufre durante los días previos a la partida: revisamos una y mil veces el equipaje, nos asalta la duda de lo que se nos estará olvidando, pensamos que faltará ropa de abrigo o una crema protectora con mayor factor solar, hacemos mil cálculos con el dinero que pensábamos llevar…

Hemos llevado hasta la puerta de casa las motos para cargarlas más cómodamente. Todo listo. Giramos las llaves y arrancan los motores: callejeo, salida a la M30, entrando en la carretera de Andalucía y, de golpe, como si nos hubieran formateado los clúster del cerebro, sólo tenemos en la cabeza el girar el puño derecho para que ese paisaje que nos empieza a envolver se adueñe de nuestros sentidos. La rutina ya se ha borrado de los retrovisores y huele a primavera, aunque la densa calima que asedia nuestros cielos desde hace varios días se empeña en ocultarnos la línea del horizonte.

Dejamos Madrid por la abarrotada A4, mucho tráfico. Con la emoción de comenzar el viaje nos equivocamos en Aranjuez (vamos sin GPS) y nos toca circular por la autopista hasta Tembleque, abandonando en esta localidad la carretera segregada y dirigirnos, ya por vías locales, hasta Consuegra. Esta población nos recibe con la monumental imagen de sus molinos cervantinos y, en pocos minutos, recordamos por qué los instalaron aquí: un fuerte viento de poniente (oeste) se acomoda en nuestro regazo e insiste en acompañarnos durante toda la jornada, con toda la impertinencia que el dios Eolo profesa hacia los moteros vocacionales.

Ciudad Real nos recibe con su tradicional ambiente manchego, pero no nos detenemos hasta Puertollano, donde decidimos parar en un parque a comer algo de lo que llevábamos en una de las neveras de las motos.

Almuerzo en Puertollano

Como si hubiéramos cambiado el cartucho del videojuego, el paisaje se transforma por completo y nos vemos atravesando el parque natural de Valle de Alcudia, decorado por las cercanas crestas de la Sierra Madrona. Ganamos altura con rapidez y el viento se intensifica. Han pasado ya unos 400 kilómetros desde que salimos de Madrid y decidimos parar a echar gasolina antes de llegar a Montoro.

Descendemos por la Sierra de Cardeña atravesando gran parte de la comarca de Los Pedroches: en viento no cesa. Al llegar a Bujalance evitamos la autovía dirigiéndonos a Castro del Río, Espejo, Aguilar de la Frontera, Estepa y Puente Genil.

Nuestro alojamiento en Sierra de Yeguas

Hemos salido sin prisa de casa y se nos está echando la tarde encima. La calima es muy densa y amenaza con convertir el día en noche de un momento a otro. Es el momento de consultar el móvil: vemos un hotel rural en la población de Sierra de Yeguas, llamamos y nos convence el buen precio y la amabilidad de quien nos atiende. En pocos minutos estamos colocando nuestro equipaje en una recoleta habitación de esta desconocida localidad (para nosotros). Damos una vuelta por el pueblo, reposamos en un bar del centro de la localidad y terminamos la jornada preparando la cena en nuestra habitación.

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Etapa 2: Sierra de Yeguas-Algeciras-Arcila 261km

Aunque no nos enterásemos de nada en toda la noche, parece que el viento sopló con intensidad y la propietaria del hotel, antes de que nos percatásemos, nos ofreció amablemente unos trapos para limpiar las motos: al acudir para ver su estado descubrimos que estaban cubiertas de una densa capa de polvo de arena del desierto.

Tras un desayuno contundente en la habitación, contactamos a través del grupo de mensajería que se había creado entre los participantes de este viaje, con Ruth y Gastón, que habían dormido en Ronda, por donde pasaríamos en unos 80 kilómetros de camino al punto de encuentro con el resto de los integrantes.

Recorrimos la carretera de las Cordilleras Béticas y nos encontramos a las afueras de Ronda con Ruth y Gastón, con los que continuamos descendiendo por la Sierra de las Nieves hasta entrar en Algeciras. Hicimos algunas compras de productos frescos en un supermercado y aprovechamos para llenar los depósitos de gasolina, ya que habíamos verificado que el precio del combustible en Marruecos era muy similar al que encontramos en las gasolineras low-cost de España.

Comenzaron a pitar los mensajes del móvil a la vez que llegamos al puerto de Algeciras, donde en pocos minutos llegaron viejos y nuevos conocidos, hasta completar las 10 motos y 15 participantes que empezaríamos a compartir esta aventura.

Preparados para embarcar

Entre el entusiasmo del reencuentro y la euforia de conocer a nuestros nuevos amigos, se nos pasaron con relativa ligereza las más de 4 horas de espera que acumulaba el retraso de nuestro ferry. Pero había un dato preocupante: haciendo cálculos sobre la hora prevista de nuestro embarque, sumando lo que dura el trayecto para atravesar el Estrecho, los trámites de la aduana marroquí, los 87 kilómetros que deberíamos recorrer hasta llegar al hotel que había reservado la organización… llegaríamos muy tarde al alojamiento.

El grupo ya dentro del Ferry

No voy a relatar el paso a paso de los acontecimientos: llegamos a las 12 de la noche a Tánger Med, al bajar a recoger las motos a la bodega tres se habían volcado (fue la suma del mar agitado y la deficiente estibación de los mozos de carga) y todavía nos quedaban por pasar los trámites de la aduana (el control de pasaporte se hace dentro del barco).

Salimos de la aduana a las 00:30 y, con mucho viento de costa, enfilamos la autopista de peaje hasta Arcila. Gracias a la amabilidad y colaboración del personal del hotel, teníamos la cena esperándonos… ¡a la 1:30 de la madrugada!

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Etapa 3: Arcila- Zaida 397 km

Casi como si hubiéramos despertado de un sueño inquietante, amanecemos en Marruecos. Con la misma amabilidad de la mostrada en la cena, el personal del hotel nos ofrece un excelente desayuno, previo a un tranquilo paseo por las calles de la vieja ciudad de Arcila. Excelente comienzo del viaje.

Arrancamos con las motos de camino a la autopista de peaje, por la que recorreríamos 80 kilómetros hasta abandonarla a la altura de Larache, la antigua ciudad que, junto con Ceuta y Melilla, formaron parte del protectorado español en Marruecos (Larache se independizó plenamente en 1961). Giramos hacia el sudeste y, ahora por carreteras secundarias, atravesamos las localidades más rurales de la costa atlántica de Marruecos, disfrutando del aire popular de estas urbes que, aunque nos encontrábamos en pleno Ramadán, lucían con calles atestadas de gente y el bullicio tradicional de los mercados árabes.

Paseando por Arcila

Hicimos un pequeño receso en Souk El Arbaa, para aprovisionarnos de comida en su mercadillo, ya que al estar en pleno Ramadán sería imposible encontrar restaurantes antes de la puesta de sol.

Continuando ruta llegamos hasta Meknes, donde repostaríamos gasolina antes de meternos en las montañas, puesto que nuestro siguiente destino sería el bosque de cedros de Arzú, donde hicimos una parada para entretenernos con los monos que “coquetean” de manera habitual con los turistas.

Susana alimentando a uno de los monos del bosque de cedros

Ascendimos hasta coronar el Col de Zad (2.178 m) y, en pleno descenso, a la salida de una curva, Gastón cerró mucho la trazada en una curva y él y Ruth se dieron un paseo por la cuneta (ver vídeo). Por fortuna todo quedó en un susto, un buen revolcón y varios plásticos de la moto hechos añicos.

Pasada la localidad de Zaida nos esperaba un ksar donde cenaríamos y dormiríamos esa noche a 1.600 metros de altura.

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Etapa 4: Zaida-Merzouga 280 km

Durante toda la noche hubo tormenta que, sumado a la calima que nos acompañó durante los últimos kilómetros de la etapa anterior, se transformó en una buena capa de barro que cubría por completo las motos. Salimos con el traje de agua puesto porque una fina lluvia nos acompañaba, pero en breve disfrutaríamos de un día despejado.

Ya estábamos en “modo viaje” total: las preocupaciones estaban a muchos kilómetros de distancia y las ganas de recorrer los miles de kilómetros que nos quedaban por delante iban en aumento.

Comenzamos la etapa recorriendo el pintoresco valle del río Ziz, disfrutando de las gargantas homónimas que se atraviesan por el artesanal túnel (excavado en la roca) de Zaabal. Cuando el valle se abre, la carretera está flanqueada por el vistoso palmeral de Tazenakht, que aporta un singular contraste entre los tonos ocre de la roca y el verde del oasis que nace junto al curso de agua.

Valle del Ziz

Sin abandonar la espectacular carretera N-13 llegamos a Erfoud, donde encontramos un restaurante abierto en el que nos dieron de comer, a pesar del Ramadán.

El resto de la etapa, de pocos kilómetros, nos volvió a sorprender con un fuerte viento, que nos acompañaría hasta Merzouga.

Dunas de Erg Chebbi

Ya nos encontrábamos rodeados por las célebres dunas de Erg Chebbi, las construcciones más cercanas, incluyendo nuestro ksar-hotel, eran de adobe y los animales más próximos eran dromedarios: la aventura en el desierto del Sahara acababa de comenzar.

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Etapa 5, descanso en el desierto

Abandonamos el hotel con las motos que dejaríamos a unos pocos kilómetros en la empresa que nos había organizado la jornada de descanso. Enseguida nos cambiamos de indumentaria y nos subimos a unos vehículos 4×4 con los que visitaríamos el interior de las dunas, atravesándolas hasta llegar casi a la frontera con Argelia (zona militarizada no apta para atravesar). En este periplo visitaríamos un poblado bereber y unas minas abandonadas a cielo abierto de minerales “exóticos” (galena) desde donde regresaríamos hasta la casa de Alí para disfrutar de una comida típica marroquí.

Después de la sobremesa volveríamos a los vehículos 4×4 para desplazarnos a ver la puesta de sol desde lo alto de las dunas: un espectáculo único, recomendable para todo el mundo.

Con las últimas luces del día llegaríamos hasta un poblado de jaimas donde teníamos programado pasar la noche: cena, espectáculo musical tradicional y descanso profundo con el silencio y la soledad del desierto de telón de fondo.

Etapa 6: Merzouga-Tinerhir 226 km

La gran borrasca que estaba afectando a las Islas Canarias, extendiendo su influencia hasta la Península Ibérica y Marruecos, envió capas de aire frío sobre el Atlas y las previsiones eran de temperaturas de -6º y nevadas en Agoudal, nuestro siguiente destino, por lo que Arturo, nuestro “road mánager”, en un ágil gesto de logística itinerante, cambió la etapa, consiguiendo alojamiento para los 15 en un resort de Tinerhir.

A las 9 de la mañana los coches todo terreno vinieron a buscarnos para devolvernos hasta Merzouga, donde nos equiparíamos para comenzar la jornada motera.

Dejamos Merzouga con mucho viento lateral, lo que no impidió que visitásemos los pozos de agua de Jorf. Este singular enclave, en medio del desierto, esconde unas conducciones subterráneas de 45 kilómetros de longitud desde donde diferentes tribus y familias disponían de pozos particulares donde poder abastecerse del líquido elemento durante todo el año. Hoy en día las conducciones hidráulicas han sustituido a estos ríos artificiales y los pozos se han convertido en un atractivo turístico.

Pozos de agua de Jorf

El viento se intensificó y nos vimos incluso atravesando una pequeña tormenta de arena. Decidimos detenernos en una gasolinera con restaurante en el que, aunque la cocina y el servicio estaban cerrados por el Ramadán, nos permitieron utilizar una sala interior, con sillas y mesas, donde pudimos organizar nuestro picnic.

Las gargantas del Todra

Nuestro siguiente destino, antes de llegar al hotel, fue una visita a las impresionantes Gargantas del Todra, destino inexcusable en un viaje por Marruecos.

El hotel que había improvisado Arturo resultó ser tan acogedor como bien equipado y cómodo para terminar esta jornada.

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Etapa 7: Tinerhir- Ouarzazate 225 km

Aunque el viento movía de manera intensa las copas de las palmeras que divisábamos desde el interior del hotel,  una vez puestos en marcha, resultó no ser tan molesto como en las jornadas anteriores: a cambio disfrutamos de un cielo totalmente despejado y sin atisbos de lluvia.

El primer destino de la ruta serían las Gargantas del Dades, que recorreríamos desde su curso medio (localidad de Boumalne) hasta su punto más alto. El paisaje que rodea la carretera, que asciende por esta cerrada garganta, es de una belleza inigualable, cambiando la morfología geológica del paisaje a cada curva del camino.

Gargantas del Dades

La ruta termina serpenteando por un enrevesado puerto, en cuya cima nos detuvimos en un mirador donde aprovechamos para tomar un refrigerio. El día era realmente fantástico y pudimos disfrutar de unas vistas panorámicas dignas de ser recordadas.

Continuamos el recorrido atravesando el Valle de las Rosas, realizando una parada obligada en alguna de las tiendas donde se vendían productos cosméticos derivados de las flores endémicas de este valle.

Kasbah de Taourirt

El final de la jornada nos llevaría hasta la monumental ciudad de Ouarzazate donde, antes de cenar, tuvimos la oportunidad de visitar la monumental Kasbah de Taourirt, si bien nos tuvimos que conformar con pasear por las callejuelas del casco antiguo, ya que la kasbah se encuentra cerrada debido a los derrumbes interiores que sufrió en el último terremoto de 2023 (está en rehabilitación).

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Etapa 8: Ouarzazate-Beni Mellal 353 km

Si había una etapa pintoresca en este viaje esta sería la de la octava jornada. Nuestra primera parada la realizamos en el Ksar de Ait Ben Hadu, posiblemente uno de los más célebres objetivos de los aficionados a las grandes producciones cinematográficas.

El enclave de esta población sobre la ladera de un otero, franqueada por el curso del río Ounila, le otorga la imagen monumental que ha llamado poderosamente la atención de los más famosos directores de cine, siendo el escenario de rodaje de grandes producciones cinematográficas como Lawrence de Arabia (1962), Sodoma y Gomorra (1963), Jesús de Nazareth (1977), La joya del Nilo (1985), 007 Alta tensión (1987), La última tentación de Cristo (1988), La momia (1999), Gladiator (2000), Alejandro Magno (2004), El reino de los cielos (2005), Babel (2006), Juego de tronos (2011) o La reina del desierto (2015).

Ait Ben Haddou

Siguiendo el Valle del río Ounila, por una carretera recientemente reformada, llegamos hasta otra de las joyas arquitectónicas de Marruecos: la kasbah Telouet, donde nos detuvimos para visitar esta fortaleza, al tiempo que aprovechamos para comprar algunos alimentos frescos que utilizaríamos para el picnic de medio día.

La carretera ascendía sin descanso hasta lo más alto del Atlas, de hecho alcanzamos en mitad de la ruta el famoso collado de Tichka que, con sus 2.260 metros, es el paso de montaña más elevado del norte de África. Hicimos una obligada parada para aprovechar y comprar regalos de alguno de los muchos artesanos que se concentran en esta cumbre, al tiempo que disfrutábamos de las cumbres nevadas de los picos de más de 4.000 metros de altura que presiden el Alto Atlas.

El resto del itinerario discurrió por la concurrida carretera N8, con la que llegaríamos hasta nuestro hotel en las afueras de la población de Beni Mellal.

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Etapa 9: Beni Mellal-Meknes 301 km

Como las previsiones de lluvia eran preocupantes, decidimos salir temprano para ganar tiempo y kilómetros antes de que se pusiera a llover. Las prisas no son buenas, y a los pocos minutos de iniciar la marcha tenemos que detenernos porque, con tanta precipitación, alguien se había dejado el móvil en el hotel.

Volvemos a la carretera pero, antes de recorrer los 15 primeros kilómetros, nos paramos en una gasolinera para ponernos la ropa de agua, ya que empieza a chispear y el cielo no ofrece muy buenos augurios.

La lluvia no molesta demasiado y, al llegar a la populosa ciudad de Jenifra (con paseo turístico por todos los arrabales y callejuelas patrocinado por el Google Maps de Arturo)  nos metemos de lleno en el Parque Natural de Jenifra donde la carretera empieza a ascender. Superamos los 1.700 metros de altitud y la temperatura baja hasta los 5º, pero el paisaje es fabuloso y el rigor climático se hace más llevadero.

Fuentes de Oum Rabia

Enlazamos la ruta con otro gran Parque Natural, el de Aguelmam Azegza-Ajdir, donde nos detenemos para realizar una pequeña ruta de senderismo hasta las cascadas que dan origen a las fuentes de Oum Rabia: un lugar realmente espectacular (ver en el vídeo).

Terminada la visita a estas cascadas de agua, ya estamos listos para descender hasta Meknes, donde tenemos reservado el hotel. Todas las motos ya están arrancadas… menos la KTM 1290 de Antonio y Ana: se enciende todo y hace los chequeos a la perfección, pero el motor de arranque no se despierta. Comprobamos los fusibles, el cableado que llega a la llave de contacto (que en esta moto es remoto), conectamos un arrancador por si tuviera algún vaso de la batería comunicado… después de más de una hora de maniobras de reanimación, deciden llamar al seguro y Arturo confirma que se queda con Antonio esperando a la grúa. Ramón y Cus, los “brother in arms” de Ana y Antonio, deciden quedarse a esperar también. Raquel se convierte en nuestra “road mánager” para llevar al grupo hasta el hotel, Susana se sube a mi asiento trasero y Ana se convierte en la artillera de Joaquín: en el lugar donde se han quedado esperando a la grúa llovía y la temperatura había bajado mucho, por lo que no era muy buena idea que nadie imprescindible sufriera de esos rigores.

La KTM 1290 de Antonio y Ana

Llegamos al hotel tras “torear” a la lluvia y bailando al ritmo de fuertes rachas de viento lateral (a estas alturas ya tenemos el título de “wind máster”). Colocamos todo en las habitaciones y, al bajar a la recepción, nos encontramos con la grata sorpresa de que, al poco de salir de nuestra última parada, en un intento fortuito, al apretar el botón de arranque de la KTM vuelve a funcionar a la perfección.

NOTA DE MURPHY: nunca rocíes con un aerosol de aceite el pulsador de arranque después de lavar la moto, con el polvillo del desierto se convertirá en barro. Sólo se debería pulverizar el botón de arranque con un aerosol limpia-contactos. Antonio ya lo ha aprendido para siempre.

La jornada terminó con optimismo en el restaurante “La Prisa Mata” (más de dos horas para servirnos la cena), porque ninguno habíamos encajado bien que alguien del grupo nos tuviera que abandonar por una avería en la moto. ¡Cómo puede cambiar la percepción de un viaje en grupo en muy pocos minutos!

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Etapa 10: Meknes-Tánger Med 306 km

No había duda: saldríamos con el traje de agua desde el principio. Las previsiones eran rotundas: llovería y haría viento durante toda la jornada.

Como queríamos estar sobre las 3 de la tarde en el puerto para gestionar el paso de la frontera y el embarque, tampoco podíamos perder mucho tiempo, por lo que Arturo decidió cambiar la ruta, evitando pasar por Chauen, la ciudad azul, (visitarla con lluvia tampoco tenía demasiado atractivo). Así que repetimos parte del itinerario de la segunda etapa hasta las proximidades de Larache.

Evitamos la autopista de peaje (con lluvia y viento lateral no es una buena idea) y encadenando pequeñas carreterillas llegamos hasta las cercanía de Tetuán, ascendiendo algunas estribaciones de la cordillera del Rif. La lluvia era menos molesta de lo que anunciaban las previsiones, incluso pudimos disfrutar de algunos tramos de carreteras secas, pero las ultimas jornadas habían sido de borrascas intensas y encontramos muchos tramos de carreteras inundados en los badenes y había charcos en cualquier irregularidad del terreno.

Regreso en el Ferry desde Tánger hasta Algeciras

Media hora antes de lo previsto llegamos a la zona de embarque, Arturo fue rápidamente a conseguir los pasajes y, calmando nuestros temores, le anunciaron que el ferry llevaba algo de retraso, pero que hoy se estaba operando con normalidad en el Estrecho (temíamos incluso que estuviera cerrada la navegación debido al mal tiempo).

Lo cierto es que, entre realizar los trámites de aduana, charlar sobre nuestra aventura y tomar algún refrigerio en la zona portuaria se nos pasó el tiempo volando y antes de lo que imaginábamos, ya estábamos dentro del barco.

El retraso supuso unas dos horas respecto a nuestras previsiones, pero la travesía del Estrecho fue muy rápida y sin movimientos en el ferry. Pasadas las 9:30 de la noche atravesábamos la aduana española y a las 10 ya estábamos alojados en el hotel.

La última cena del viaje la resolveríamos en un kebab cercano al hotel, donde todavía se mantenía intacto el espíritu de nuestra aventura… ya finalizada.

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Etapa 11: Algeciras-Ronda 108 km

Ya nos habíamos despedido del grupo, algunos marcharían a primera hora hacia Galicia, otros a Barcelona, a Madrid, a Lucena… Había estado toda la noche lloviendo y las previsiones eran malas, aunque parecían mejorar a medida que avanzara el día, por lo que no nos esforzamos mucho en madrugar. Desayunamos con Susana y Arturo en un bar típico de Algeciras (¡esos molletes!) y, apurando el tiempo hasta las 12:00, la hora límite para dejar el hotel, hicimos incluso el mantenimiento de las motos.

De nuevo empezó a llover, decidimos atravesar la primera estribación de la cadena de las Sierra Béticas por si al otro lado de las montañas hiciera mejor tiempo pero, al llegar a Gaucín (situado a unos 1.000 metros de altura), nos dimos cuenta de que la temperatura había bajado mucho (llegamos a ver 3º en el termómetro de la moto). Nuestro equipo no estaba preparado para esas condiciones y temíamos que al continuar hacia el norte la lluvia se convirtiese en nieve (había que pasar todavía la Serranía de Ronda).

La decisión más racional era terminar la ruta cuanto antes, ya que las previsiones para la siguiente jornada eran buenas y no tenía mucho sentido conducir en esas condiciones cuando, en unas horas, un anticiclón entraría con fuerza en la península y nos permitiría seguir disfrutando de la moto, en lugar de sufrirla.

El Tajo de Ronda

Encontramos un hotel familiar en las afueras de Ronda y allí decidimos terminar la jornada. Sobre las 6 de la tarde dejó de llover, se levantaron las nubes y descubrimos muchas de las cumbres que nos rodeaban cubiertas de nieve.

La jornada terminó en un restaurante del centro de Ronda.

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Etapa 12: Ronda-Madrid 537 km

Aunque en el cielo se veían grandes claros todavía caían pequeños chaparrones de vez en cuando.

Gracias al climatizador de la habitación y al secapelos del cuarto de baño habíamos conseguido secar casi todo el equipo, por lo que en nuestra última etapa tendríamos todo listo.

Después de despachar un desayuno andaluz en la pequeña cafetería del hotel cargamos las maletas por última vez y nos dirigimos hacia Campillos. La lluvia nos respetaba y solo al acercarnos a la localidad de Montoro nos volvieron a caer algunas gotas.

De nuevo ascendimos la Sierra de Cardeña pero, en lugar de atravesar Puertollano, decidimos continuar por Almodóvar del Campo y Villamayor de Calatrava, hasta desembocar en Ciudad Real. El fuerte viento de poniente volvía a acompañarnos, por lo que decidimos regresar hasta Madrid por los Montes de Toledo, donde estaríamos más protegidos de la furia de Eolo.

Tomando un refrigerio en Montoro

Qué bien urbanizado estaba todo a nuestro alrededor, en los pueblos no había Ramadán y los bares estaban abiertos, la carretera estaba perfectamente asfaltada: es bueno salir de nuestra zona de confort para darnos cuenta de la buena calidad de vida que tenemos.

Circunvalamos Toledo y, a la vista de que el tráfico empezaba a ganar densidad, decidimos realizar nuestros últimos 69 kilómetros del viaje por la autovía que comunica la Ciudad Imperial con la capital del reino.

A primera hora de la tarde las motos estaban debajo de nuestra casa, las maletas en el salón, la ropa camino de la lavadora y las ilusiones y los recuerdos a flor de piel.

Ya estamos haciendo planes para nuestro próximo viaje.

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