El Canal del Atazar desde Tres Cantos a Pedrezuela

Llevar agua a una ciudad como Madrid, desde las montañas que están situadas a más de 50 kilómetros, nunca fue una tarea fácil, realizándose diferentes obras monumentales desde mitad del siglo XIX para conducir el agua de ríos como el Lozoya o el Jarama hasta las calles de la capital.

En junio de 1851, reinando Isabel II, se publicó un Real Decreto, refrendado por el presidente del Consejo de Ministros, Juan Bravo Murillo, donde se disponía que el Gobierno ejecutase los trabajos para llevar agua a la ciudad de Madrid a través de un canal derivado del río Lozoya, que llevaría el nombre de Canal de Isabel II en honor a la regente. Esta fue la primera acometida de gran envergadura en lo referente a obras hidráulicas pero, más de un siglo después, en 1966, se iniciarían las obras del Canal de El Atazar que conducirían el líquido elemento desde el embalse homónimo hasta el depósito de regulación de la localidad de El Goloso, muy cercana a la capital.

Este es un resumen -deliberadamente esquemático- de una actuación de ingeniería civil que en aquellos tiempos se convirtió en la referencia europea en cuanto a soluciones hídricas de las grandes urbes, pero a nosotros lo que nos interesa es una de las características más importantes de las conducciones de agua para uso sanitario (beber, cocinar, lavar…).

Las pistas de servicio

A diferencia de otras obras de conducción de agua, como canales de regadío, aljibes, dársenas… todas las conducciones pertenecientes al Canal de Isabel II, deberían estar dotadas de un ingenioso trazado de vías de comunicación para realizar el control, mantenimiento y reparación de estas infraestructuras (depósitos, sifones, azudes, esclusas, represas, almenaras… ) por lo que, de manera paralela al trazado de los canales, se construirían un sinfín de pistas de servicio, con una naturaleza muy elemental (firme de tierra, grava o zahorra), algo que para el tráfico motorizado no es muy adecuado, pero que para nuestras intenciones “graveleras”, como podréis apreciar en el vídeo adjunto, son perfectas.

Tres Cantos, punto de partida

Hemos comenzado a pedalear en la moderna localidad de Tres Cantos para compactar al máximo este itinerario, aunque nuestra idea original es la de realizar el trazado completo saliendo por las calles de Madrid, lo que le añadiría entre 40 y 50 kilómetros más: la existencia de un carril bici por el que se accede desde la ciudad hasta Tres Cantos facilita esta opción.

Nos dirigimos hacia el Parque Norte, llegamos al hospital HM Tres Cantos, por la Gran Vía de Tres Cantos, y justo antes de pasar bajo las vías del tren y la autovía M-607, nace a nuestra derecha un camino de tierra (Camino de la Pedanía Leja, lo rotula Google Maps) que tomaremos. A partir de aquí nos separamos del tráfico rodado y continuamos, con tendencia ascendente, dejando la población a nuestras espaldas.

Entre huertas y granjas

La pista principal (seguir el track que te puedes descargar debajo de este texto)  tiene tendencia a girar a la derecha y pronto nos encontraremos pedaleando entre propiedades ganaderas.

Nos incorporamos a una pista más ancha, con un tramo plagado de toboganes hasta cruzar el camino de la Moraleja. Ahora empezaremos a ver los primeros carteles que identifican la pista del Canal Alto pero, enseguida, nos desviaremos a la derecha para evitar ascender hasta el Canal Alto. Tras una incómoda subida llegamos hasta el cruce de la urbanización «El Rondelo» que dejamos a nuestra derecha, girando a la izquierda para continuar por la pista del Canal Bajo: por un carril roto, plagado de baches y curvas, vamos atravesando diferentes acueductos a cuál más estético, perfectamente integrados con el paisaje y haciendo gala de una construcción de sillería de granito muy propia de la sierra de Guadarrama.

Atravesamos el arroyo de los Caños de la Parrilla y afrontamos un repecho de unos 500 metros que, atravesando una pequeña meseta, nos llevará hasta la carretera M-104.

Las dehesas del Canal

Cruzamos el asfalto y continuamos de frente por la pista de tierra atravesando una zona de restaurantes, desembocando en las casas de la Sima. A partir de aquí es importante seguir el track, ya que nos iremos encontrando con cruces muy importantes, aunque nuestro itinerario siempre va por la pista de servicio del Canal.

Tras afrontar un cerrado giro a la izquierda, emprendemos una subida constante que nos lleva a meternos de lleno en la espectacular Dehesa de Molcalvillo. En este punto pasamos del Canal Bajo al Canal Alto de El Atazar.

Dehesa de Moncalvillo

Ahora la pista siempre es claramente la principal, dejando a nuestra derecha el profundo barranco que ha horadado el cauce del río Gaudalix. Atravesamos un portalón (dos columnas de hormigón) y giramos a la derecha por una pista más ancha, pedaleando durante unos 5 kilómetros hasta llegar a la urbanización Montenebro. En pocos metros desembocamos en la carretera de Pedrezuela, que atravesamos para franquear una portichuela metálica por la que llegamos hasta el muro de coronación del embalse de Pedrezuela (antes denominado de El Vellón).

Avituallamiento

Justo al terminar la fosa del embalse vemos de frente una curva muy cerrada a izquierdas: donde empieza el pretil de la curva nace un pequeño sendero a nuestra derecha que tomamos. Los 10 primeros metros son complicados, pero desembocamos rápidamente en un sendero mucho más ancho y claro, que nos lleva, en claro ascenso, hasta la carretera de asfalto de Pedrezuela: la cogemos.

Nada más entrar en Pedrezuela nos dirigimos, por sus empinadas callejuelas, hasta la Plaza del Ayuntamiento, donde disponemos de fuente y comercios cercanos si queremos comprar algún alimento.

Abandonamos Pedrezuela y, siguiendo la hoja de ruta, desembocamos en el cementerio de la cercana localidad de El Molar. Nuestro próximo objetivo es la torre-atalaya que vemos a nuestro frente y que corresponde al punto más elevado de la ruta.

En este punto, antes de iniciar la subida final a la atalaya, podemos desviarnos a la derecha por una pista de tierra que pronto se convierte en camino y desciende por una trialera hasta el soto del río Guadalix muy cerca de la localidad de San Agustín, pero exige de un cierto dominio técnico de la bicicleta y creemos que no es ideal para hacerlo con una gravel.

Desde la atalaya iniciamos un vertiginoso descenso de 3 kilómetros, por una carretera bacheada de asfalto, hasta atravesar el polígono industrial de Guadalix. ¡Ojo!: justo antes de cruzar el puente sobre el río, atravesamos la carretera (cuidado con el tráfico) y descendemos hasta el cauce por una rampa franqueada por una barrera metálica.

Paseo campestre

Encontramos un sendero que recorre toda la margen izquierda del río y disfrutamos durante unos 6 kilómetros de un camino totalmente llano, paralelo al cauce. Dejamos a nuestra izquierda el aeródromo Loring, y en cuanto lleguemos a la estación de tratamiento de aguas (inconfundible olor), continuamos por la derecha pasando bajo la autovía A-1.

Seguimos en dirección a la Urbanización Valdelagua, donde nos uniremos a la pista que acompaña al arroyo de La Fresneda (los Chopos) que cruzaremos por un vado que, si baja con mucho caudal, deberemos utilizar un tablón que hay unos metros aguas abajo.

Comenzamos un ascenso suave, entre espectaculares dehesas, que nos lleva hasta una meseta donde vemos a nuestro frente un gran vértice geodésico: en este punto nos unimos a una pista más importante que recorre la tapia del Soto de Viñuelas.

Ya solo nos queda descender hasta las huertas que bordean el sur de Tres Cantos, cruzar el arroyo del Bodonal y entrar en las primeras calles de esta localidad para dar por finalizada nuestra ruta.

Valla del Soto de Viñuelas

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