Buceando en el Mar Rojo

Junto con los fondos marinos de las Islas Maldivas, los arrecifes y arenales del Mar Rojo son la auténtica meca de cualquier buceador que se precie, convirtiéndose en un lugar de peregrinaje casi obligado.

Esto no se improvisa de una semana para otra: los viajes de buceo a destinos tan lejanos requieren de una preparación muy cuidada y, por norma general, se reservan con varios meses de antelación, como fue nuestro caso. El viaje que hemos realizado en octubre fue reservado en marzo. Es la mejor manera de poder encontrar una buena oferta y disponer de tiempo para realizar todos los ajustes necesarios para uno de estos viajes.

El grupo en plena inmersión

Al final nos juntamos un grupo de 10 amigos y viajamos juntos, formando un “equipo” de buceo al que le asignarían un guía nativo que dirigiría nuestras inmersiones en aguas egipcias.

De camino al destino

La empresa con la que contratamos el paquete completo del viaje, Suny Travel, se encargó de solucionar toda la logística necesaria para no tener que preocuparnos de los desplazamientos hasta Egipto, así como que el embarque se realizase directamente desde Hurghada, donde nos esperaban para ayudarnos incluso con la obtención de los visados de turistas necesarios para visitar este país.

Egipto es un país ubicado en una compleja situación geográfica dentro de Oriente Medio, aproximadamente el 20% de su PIB proviene del turismo, por lo que las autoridades, en un ejercicio de celosa protección al visitante, realizan un despliegue de las fuerzas de seguridad (policía y ejército) que para el visitante puede resultar excesivo. Pero algunos acontecimientos luctuosos pasados, en los que se han visto implicados turistas extranjeros, así lo aconsejan a los gobernantes.

Aeropuerto de Estambul

Es muy importante acudir a este país con toda la documentación del viaje perfectamente actualizada (pasaporte, seguros, visado…) ya que los controles de seguridad son frecuentes y, a veces, meticulosos.

La sensación de seguridad, de manera especial en el Mar Rojo, es buena y no conocemos ningún tipo de incidente acaecido en los últimos años que pudiera desaconsejar visitar este destino.

¡Al agua!

En las fechas elegidas para este viaje no había vuelos directos desde España hasta Hurghada, por lo que nos vimos en la necesidad de hacer una escala en Turquía (Estambul). Aunque no es un viaje demasiado largo, entre los transfer y algunos retrasos acumulados, le dedicamos unas 12 horas al periplo hasta vernos subiendo por la escalinata del barco.

El grupo antes de la inmersión

Tras una breve recepción, nos asignaron los camarotes y empezamos a chequear los equipos de buceo. El que más y el que menos había conseguido dormir un par de horas durante todo el viaje, pero las ganas de comenzar las inmersiones eran grandes. Como suele ser habitual realizamos una primera inmersión “facilona” a modo de test-dive, sobre todo para que nuestro guía supiera el nivel de manejo que teníamos en el buceo. Agua a 29 grados, visibilidad buena hasta los 20 metros de profundidad, un grupo de solo 8 buceadores… ¿qué podía faltarnos?

La vida a bordo

Una vez ya metidos en la rutina de la semana que teníamos por delante, la agenda era bastante simple: el primer buceo se realizaba sobre las 8 de la mañana, antes de desayunar, el segundo buceo cerca del medio día y, tras una comida ligera y el consiguiente descanso, la tercera inmersión se hacía a media tarde.

Momentos de relax a bordo de nuestro barco

Nuestra embarcación era el Suny Revolution, un yate de 43 metros de eslora específicamente construido para el buceo, en el que los espacios comunes y de recreo nos permitían descansar, leer, tomar el sol o montar corrillos de charla aprovechando sus diferentes salones, terrazas y azoteas. En realidad, al terminar uno de estos viajes de buceo, acabas con la certeza de que es tan importante la embarcación donde vives que la calidad de los propios fondos marinos que pretendes visitar. Entre uno y otro buceo se descansa un par de horas como mínimo y desde media tarde hasta el día siguiente no se vuelve a bucear, por lo que la comodidad de las instalaciones del barco pasa a ocupar un primer plano. A este nivel no tuvimos ninguna queja, más bien al contrario.

Demasiadas embarcaciones de buceo en el Mar Rojo

Vida marina

De las muchas rutas de buceo existentes en el Mar Rojo, nosotros realizamos todas las inmersiones hacia el sur, teniendo como meta Daedalus Reef. Disfrutamos de los arrecifes de coral de las Islas Brother´s y sufrimos de la pertinaz (e innecesaria) búsqueda -por parte de nuestro guía- de tiburones.

Pez León en el arrecife de coral

Tuvimos poca suerte y, salvo algún tiburón Longimanus que nos encontramos a pocos metros del barco, la búsqueda fue infructuosa. La vida marina en el Mar Rojo es fantástica, los arrecifes de coral son de los mejor conservados de todos los destinos de buceo que conocemos pero, si quieres ver tiburones (una extraña afición que tiene cautivos a un gran número de buceadores) es mejor que viajes a Maldivas, donde no tendrás que buscarlos demasiado.

El punto de retorno hacia Hurghada estaba marcado en el famoso Elphinstone Reef, destino tradicional de la Ruta Sur, pero al llegar había más de 20 embarcaciones de buceo amarradas a este arrecife, por lo que nuestro patrón decidió realizar los siguientes buceos en otros “reefs” cercanos, no menos bellos y bastante más solitarios, donde realizamos nuestras últimas inmersiones.

En el atardecer el mar se tiñe de rojo

Regreso a la civilización

Después de seis días viviendo a bordo del Suny Revolution regresamos a Hurghada, donde debíamos permanecer un mínimo de 18 horas antes de poder subirnos a un avión (actual protocolo de seguridad), maniobra necesaria para eliminar de nuestro sistema circulatorio posibles restos del nitrógeno acumulado durante las inmersiones, y aprovechamos para visitar esta moderna ciudad, que ha crecido en los últimos años en torno al turismo de costa y al buceo.

Mezquita de Hurghada

Antes de lo que hubiéramos imaginado se nos terminó el tiempo y nos vimos en la obligación de meter todos los bártulos en nuestras maletas para dirigirnos al aeropuerto: más controles de seguridad, horas interminables de espera (y retrasos), mucho sueño… pero satisfechos por las jornadas vividas en las aguas del Mar Rojo.

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