Desde los Pirineos hasta los Ancares

Etapa 1

Sin proyecto concreto y con más ganas de montar en moto que nunca, hemos salido de Madrid con rumbo al norte de nuestro país.

¿A qué norte nos referimos? Pues a cualquier punto que esté por encima de nuestro lugar de residencia que haya en un mapa. Lo cansino de la pandemia, las estrictas normas para entrar a comprar una simple barra de pan a una tienda, los protocolos estúpidos que nos han llevado a tener miedo de todo lo invisible… han conseguido que no amasásemos ilusiones, como ha sucedido años atrás cuando llegamos hasta Moldavia o Lituania con nuestras motos. En este 2021 lo único que teníamos claro es que queríamos viajar en moto, y para evitar ir cargados con certificados, códigos QR, informes en los que se verificase que no teníamos la rabia, o una enfermedad aún peor, hemos decidido quedarnos en España.

Señorío de Molina

No hemos reservado ningún alojamiento para estos días (que no sabemos cuántos serán) y, por el momento, hemos llegado hasta Alfajarín, brujuleando por el Alto Tajo, las Lagunas de Gallocanta, las monumentales calles de Daroca y las interminables mesetas de la comarca del Campo de Romanos, atravesando los viñedos de Cariñena.

Cobijados en una parada de autobús evitando la lluvia

La temperatura apenas ha subido de los 26 grados, nos hemos tenido que esconder de la lluvia en un par de ocasiones y no parece que en las próximas horas podamos librarnos de algún que otro chaparrón; pero hemos vuelto a disfrutar de la moto, en la mejor compañía. Los 4 hemos vuelto a formar el pelotón en el que tantos miles de kilómetros hemos recorrido juntos por esas carreterillas del mundo.

Por las calles de Daroca

Etapa 2

Siguiendo nuestra costumbre de huir de las carreteras generales, hemos atravesado los Monegros por Sariñena, hasta llegar a Huesca, que hemos sorteado por el sur hasta desembocar en la moderna carretera del puerto de Monrepos a la altura de Nueno.

La siguiente parada ha sido Sabiñánigo, donde hemos pasado una agradable comida con algunos viejos amigos que viven aquí.

Las aguas del Gállego

Ya entrada la tarde, hemos atravesado la comarca de la Jacetania, ascendiendo el Puerto de Oroel (desastrosa carretera) hasta rematar la jornada en el Moto-camping Anzánigo.

Nuestro alojamiento

Este lugar, otrora brillante destino motero, entre la pandemia y el paso del tiempo, se ha convertido en un leve destello de lo que fue, aunque el lugar donde está ubicado, a orillas del río Gállego, es paradisíaco y buen merece una visita y estancia.

Nos empiezan a preocupar las previsiones de lluvia generalizada por nuestros alrededores, veremos qué ruta seleccionamos mañana para intentar disfrutar de otra jornada motera como la de hoy, sin sufrir demasiado los rigores del clima de este final del verano.

Nuestro albergue en el Pirineo

Etapa 3

Y las peores previsiones se han cumplido: al despertarnos, hemos asomado la cabeza por la ventana de la cabaña/albergue donde hemos dormido (Anzánigo) y estaba todo gris. Durante la noche hemos escuchado mil truenos que provenían desde la Peña Oroel y de la zona de Candanchú. Hemos desayunado tranquilamente en el bar del camping pero, justo antes de terminar, las gotitas de lluvia que nos han acompañado durante los primeros momentos del día se han convertido en una torrentera que parecía provenir del mismísimo Averno.

Amanece lloviendo

Los 4 del grupo, aunque esté mal presumir de ello, estamos ya curtidos en batallas contra la lluvia y salvo por la incomodidad de ponerse todos los achiperres que nos permiten circular con cierta tranquilidad cuando llueve, poco más nos hemos preocupado al comenzar a rodar.

Al salir en dirección hacia Ayerbe la carretera se ha convertido en un río, los rayos caían muy cerca pero, antes de recorrer los 10 primeros kilómetros, la tromba de agua se ha transformado en una borrasca tradicional, lo que nos ha permitido ya viajar con cierta comodidad: tras hacernos una fotos en Riglos y echar gasolina en Ayerbe, nos hemos cambiado los guantes de fregar (hay que comprarlos de talla XXL y otros de algodón para poner debajo) por los de la moto y hemos apagado los antiniebla.

Mallos de Riglos

Continuando por carreteras secundarias hemos atravesado Uncastillo, Sádaba, Marcilla… y, al llegar a Andosilla, en un soto junto al río Ega, hemos montado el comedor de campaña y nos hemos preparado la comida.

Comida en Andosilla

Hemos podido comprobar los destrozos que hizo anoche el temporal de lluvia en todos los cultivos de las cuencas de los ríos Arga y Aragón. Cuando vemos estás cosas todavía le profesamos un mayor respeto a las fuerzas de la naturaleza.

La ruta ha continuado por Lodosa, en dirección a Logroño, para terminar la jornada en el monumental pueblo de Laguardia: la «Carcasona Española» le llaman algunos periodistas aunque, conociendo también a fondo la villa del País Cátaro… nos quedamos con la población alavesa.

Expléndidas callejuelas de Laguardia

Tras pasear por este excepcional pueblo y visitar una bodega familiar, hemos tomado unos pinchos en una terraza de la plaza del ayuntamiento dando por finalizada la jornada.

La Sierra de Cantauri

Etapa 4

Las primeras luces de la mañana nos mostraban el peor cielo imaginable en Laguardia, tras una noche tempestuosa en la que los chorros de agua no han dejado de golpear en el tejado de la buhardilla del hotel donde hemos dormido.

La ruta ha comenzado atravesando la sierra de Cantauri por el puerto de Bernedo, continuando por las pintorescas carreterillas del Parque Natural de Izki. Aunque en la primera hora de la etapa nos ha acompañado la lluvia, poco a poco hemos disfrutado de un cielo algo más despejado.

Parque Natural de Izki

Para evitar Vitoria la hemos rodeado por el embalse de Uribarri hasta Landa, desde donde nos hemos dirigido al puerto de Urkiola.

Bermeo al fondo

Atravesando Durango hemos llegado hasta el Parque Natural de Urdaibai, hasta la costa -a la altura de Bermeo-, recorriendo todo el litoral y disfrutando de paisajes tan espectaculares como el del promontorio donde se erige el santuario de San Juan de Gaztelugatxe, hasta que hemos decidido buscar alojamiento en Algorta, donde ha terminado la jornada.

Algorta

Etapa 5

Aunque ha vuelto a amanecer un cielo totalmente gris, la lluvia nos ha respetado y solo hemos visto unas pocas horas de agua a primera hora de la mañana.

La salida de Algorta ha sido rápida, hasta llegar al puente colgante de Bilbao, desde donde hemos cruzado la ría subidos a «La Barquilla». En la orilla de Portugalete hemos decidido tomar la salida de la ciudad hacia Balmaseda, alejándonos de la costa el dirección al valle de Carranza.

La Barquilla de Bilbao

El plato fuerte del día estaba escondido tras pasar la frontera de Cantabria: en la localidad de Arredondo nos hemos desviado había Bustablado para acceder el Puerto de los Machucos. Solo podemos decir que la primera rampa tenía el 26% de inclinación y la carretera raspaba los 2 metros de anchura.

Puerto de los Machucos

Si tenéis oportunidad, ascender este puerto: es de lo más espectacular que hemos subido en los últimos años. Pero no es para conductores nóveles ni para aquellos que parezcan de vértigo.

El encadenamiento de puertos ha continuado ascendiendo el Alto del Caracol, donde me ha tocado cambiar la bombilla de «cortas» de mi VStrom XT: ha durado casi 30.000 kilómetros, todo un logro.

El descenso nos ha llevado hasta las inmediaciones de Torrelavega donde, para nuestra desgracia, hemos vivido uno de los episodios más tristes de nuestros viajes.

Reenvío del cambio roto

Al salir de una rotonda Chichu se ha dado cuenta de que se había quedado sin palanca de cambio. Al detenernos hemos comprobado que tenía muy mala solución, ya que se había seccionado uno de los bulones del reenvío del cambio. Con las herramientas y los recambios que llevamos en las motos no hemos podido hacer nada, y un viernes a las 5 de la tarde no es sencillo conseguir un servicio oficial o un taller donde encontrar la solución que necesitábamos.

Una imagen desoladora

Así son los viajes y esta es una de las posibilidades de su desarrollo. Tras batallar un rato largo con el seguro, hemos conseguido subir la «Pitufina» a una grúa, que también han utilizado Yola y Chichu para ir hasta Torrelavega. Imagino que él ya os contará los detalles de la” evacuación». Ha sido un momento muy triste, ver qué la grúa se alejaba con nuestros” hermanos de viaje».

Después de 5 jornadas bajo la lluvia las motos merecían un poco de atención

Con poca ilusión por lo que quedaba de la jornada, hemos atravesado la Collada de Carmona, desde donde, en pocos minutos, hemos llegado al hostal donde nos alojaremos está noche, en la localidad de Puentenansa.

Estamos seguros de que el viaje volverá a despertarnos alguna sonrisa: está noche lo vemos todo muy oscuro y nos faltan argumentos para sonreír.

Nuestro alojamiento en Puentenansa

Cuanto más pequeño y desconocido es un pueblo, más pintorescos son los alojamientos que conseguimos.

Etapa 6

Que amanezca nublado en el valle del río Nansa es algo habitual, por lo que no nos hemos alarmado, ya que las previsiones eran de buen tiempo, como así ha sido a medida que pasaban los kilómetros, recorriendo un luminoso valle de Cabrales con las primeras luces de la mañana.

Nuestro primer objetivo ha sido Arriondas, donde habíamos quedado con Eduardo (un amigo con el que compartimos charlas moteras interminables) para que fuera nuestro adalid por las carreteras próximas a esta localidad.

A la hora pactada se ha presentado con la VStrom 1000 de su hermano, impecable, plagada de tecnología de esa que la mayoría de los mortales no comprendemos (centralita puenteada y monitorizada desde el puesto de conducción). Nos hemos puesto a charlar de lo humano y lo divino y el tiempo se pasaba rápido.

Ya con las motos en marcha le hemos seguido por unas carreterillas increíbles, difíciles de localizar en un mapa para alguien foráneo, por la margen izquierda del Sella (aguas abajo), hasta llegar a la población de Nocedo, donde hemos descubierto uno de los espectáculos más insólitos que nos pudiéramos imaginar: La Cuevona de Cueves es una cavidad de 300 metros de longitud excavada por un arroyo que, con el paso del tiempo, ha alcanzado tal dimensión como para recorrerla sobre la carretera asfaltada que la atraviesa (habrá pronto un vídeo para los más incrédulos). Al atravesarla hemos aparcado las motos y la hemos vuelto a recorrer a pie en sentido inverso. Un espectáculo digno de ver.

Entrada a la Cuevona de Cueves

Al finalizar la mañana nos hemos despedido de Eduardo (un anfitrión excepcional) y hemos continuado por la costa hasta Villaviciosa, donde hemos continuado hasta Pola de Siero por la N634 que nos ha llevado hasta un enjambre de carreterillas por las que hemos accedido hasta la pedanía de Paladín (las Regueras), donde hemos encontrado un hostel de peregrinos en el que terminamos la jornada.

Albergue Villa Palatina

Etapa 7

Hemos amanecido en las literas de una habitación del albergue de peregrinos, situado en Paladín, una de las poblaciones por donde atraviesa el Camino Primitivo de Santiago. El ambiente era tan bueno (Villa Paladina, muy recomendable) que nos hemos puesto a hablar con los propietarios (Tatiana y Arantxa, un encanto de personas) y hemos arrancado las motos casi a las 11 de la mañana.

Partimos de Villa Palatina

Por fin salimos de ruta con el cielo despejado y una temperatura excelente, curveando hasta llegar a Cangas de Narcea. Tocaba echar gasolina (consumo medio de la BMW 3,7 litros y 4,2 la VStrom 1000) tras hacer más de 400 km con el último depósito.

Tras consultar el mapa hemos decidido ascender el alto del Pozo de las Mujeres Muertas, para pasar hasta San Antolín de Ibias. El recorrido es fabuloso, con unas vistas sobre la montaña occidental asturiana inigualables.

El Pozo de las Mujeres Muertas

Desde San Antolín, Raquel ha encontrado una carretera, que apenas aparece en algunos mapas, que nos ha llevado hasta Navia de Suarna, una de las poblaciones más importantes de la comarca natural de los Ancares.

Destramando la compleja red de pistas y carreterillas de los Ancares, hemos atravesado hasta tres valles hasta acceder a la localidad de Vilaquinte, donde hemos alquilado una habitación en una casa típica (ver vídeo) de estas montañas.

Los Ancares: un lugar para perderse

No tenemos internet y no hay cobertura de móvil en todo el valle: me han dicho que subiendo hasta el poste de la luz que hay junto a la ermita a veces entra una rayita de cobertura de Movistar… que se pare el tiempo, que es hora de descansar de tanta tecnología.

Etapa 8

Aunque no tenemos una fecha fija para regresar a casa, hay bastantes asuntos cotidianos que atender y podríamos estar en el ecuador de este viaje, aunque me gusta convencerme de que la agenda ocupa siempre un lugar muy secundario.

Con bastante morriña (calificativo que va que ni pintado en tierras celtas) hemos abandonado los Ancares: los propietarios de la Casa O Crego, que ya conocíamos de años anteriores, nos han tratado de una manera tan familiar que ha resultado complicado decirles un «hasta pronto». Regresaremos más pronto que tarde; este sitio tiene algo tan especial que engancha.

Llegando a O Cebreiro

Continuando por Galicia hemos ascendido hasta el puerto de O Cebreiro para recorrer los Ancares Caurel y el curso del río Lor, hasta desembocar el tierras de la Ribera Sacra, plagada de viñas y frutales, con el Cañón del Sil como objetivo.

Por desgracia hemos tenido que cambiar la ruta prevista, porque un incendio activo en la localidad de Ribas de Sil mantenía cerrada la carretera por la que pensábamos transitar.

Incendio en la Ribera do Sil

Aun siendo lunes, y mes de septiembre, la ruta estaba bastante concurrida, por lo que imaginamos que es una verdadera locura intentar visitar este lugar durante un fin de semana o en periodo de vacaciones, aunque merece la pena: la panorámica es excepcional.

Ribera Sacra

Al comenzar la tarde hemos decidido terminar la jornada en un hotel rural que se ha cruzado en nuestro camino en la localidad de Luintra… Mañana os contaremos como ha transcurrido el final del día.

Etapa 9

Acabamos tarde, encontramos un restaurante fabuloso en Luíntra (o Campanario) en el que se alargó la sobremesa y cuando llegamos al hotel ya casi de noche. Las motos, como veis en la foto, estaban aparcadas justo delante de la ventana de nuestra habitación, lo que para los moteros recalcitrantes (me acuso) es un plus de tranquilidad para no tener que contar ovejitas.

Aparcadas en la ventana del dormitorio

Ha amanecido muy gris -otra vez- pero no parecía que la cosa fuera a ir a más. Los primeros compases de la ruta nos han sacado de la Ribera Sacra en dirección a Maceda para, complicando la vida al GPS, atravesar las estribaciones de Peña Trevinca (Cabeza Manzaneda) por un complejo trazado de pistas asfaltadas que nos han sacado hasta A Gudiña (Puerto de O Canizo). La tragedia se veía venir: en el horizonte varias cortinas de agua caían del cielo sobre el vericueto paisaje plagado de lomas y oteros. Como si la cosa no fuera con nosotros hemos parado en un bar de la carretera y nos hemos relajado saboreando un café.

Miranda do Douro

Al intentar retomar la ruta estaba lloviendo a mares. Hemos consultado Wetterzentrale, nuestra asesora climática, pero el futuro inmediato tenía la humedad relativa muy alta: mucho.

No hay fotos, ya que bastante complicado era mantener el equilibrio sobre la moto sorteando las balsas de agua que se han formado en la carretera, evitando que el vendaval que se ha levantado nos cambiase de calzada. Han sido dos horas muy complicadas pero, por fortuna, hemos decidido seguir el itinerario por Portugal, donde las carreteras que atravesaban Braganza y Mogadouro apenas tenían tráfico, hasta que se nos ha terminado la paciencia y, al llegar a Miranda do Douro, hemos apagado los motores de las motos.

Al terminar de hacer cheking en un hotel muy «apañado» que hemos encontrado en el centro de esta localidad lusa, ha dejado de llover, por lo que hemos aprovechado para pasear toda la tarde por sus monumentales callejas, disfrutando del privilegiado mirador que nos ha permitido ver la puesta de sol asomados a las Arribes del Duero.

Calles de Miranda do Douro

La habitación del hotel tiene hoy un aire diferente, con los trajes de agua, guantes, calcetines… secándose tras la batalla disputada con la lluvia. Cómo siempre: ha ganado la lluvia.

Etapa 10

Más que un viaje esta vez estamos dando un paseo largo pero, llegado este momento, ya se empieza a notar la acomodación a la vida itinerante.

Cada mañana nos cuesta menos hacer el equipaje, las pausas para descansar, tomar un café o admirar el paisaje, hacen que se detenga el reloj sin la intención de volver a ponerlo en marcha (hoy hemos batido el récord de lentitud al echar gasolina) y la integración con las personas y los lugares por donde vamos pasando es cada vez mayor.

Hemos salido de Miranda do Douro pasadas las 11 de la mañana, al cruzar la frontera urgía echar gasolina (en Portugal la Súper 95 está a 1,70€) porque llevábamos 400 kilómetros sin repostar y nos hemos dirigido hacia el Pozo de los Humos (uno de los parajes más espectaculares de los Arribes del Duero) para hacer unas fotos. El intento ha sido fallido: al llevar recorridos 3 kilómetros por la pista de tierra por la que se accede, ha comenzado a llover y ninguno de los dos llevamos neumáticos que soporten el barro. Otra vez será.

Comienza a llover en las Arribes del Duero

Hemos cambiado de rumbo para visitar, en lugar de el Pozo de los Humos, el Salto de Agua de Aldeadávila. La lluvia nos desconcertaba, porque se alternaba con el sol, por lo que el traje de agua nos hacía sudar de forma agobiante.

Salto de Aldeadávila

Encadenando un verdadero laberinto de carreteras secundarias hemos llegado hasta la Fuente de San Esteban, donde hemos comido algo ligero, decidiendo que nos dirigiríamos a la Sierra de Francia, para recorrer el Parque Natural de las Batuecas.

Al atravesar la localidad de Abusejo nos ha parado una pareja de la Guardia Civil que había montado un control rutinario. Es la primera vez que utilizo el carné de conducir digital y la documentación de la moto virtual: al comprobar los datos nos han dicho que «ojalá todo el mundo llevase así la documentación, para nosotros es mucho más cómodo». Luego han estado desentrañando la colección de pegatinas que lleva Raquel en su baúl de todos los países por los que vamos pasando (desde Polonia, hasta San Marino, pasando por todos los países balcánicos y bálticos). Han sido muy correctos y amigables: ojalá hubiera muchos controles así y se pudieran detectar a todos aquellos que circulan sin el seguro del vehículo (en España casi un millón de personas) o sin la ITV correctamente pasada. Los que cumplimos las normas no tenemos nada que ocultar.

La Alberca

Al llegar a la Alberca el cielo se ha oscurecido en exceso y ha comenzado a llover, por lo que hemos decidido buscar alojamiento de manera precipitada. El resto de la tarde lo hemos pasado disfrutando de las calles y monumentos arquitectónicos de esta pizpireta localidad.

Estamos ya muy cerca de Madrid y seguramente mañana tomemos el rumbo que menos nos gusta… Pero todavía tenemos la Sierra de Gredos por enmedio.

Etapa 11

…y al final llega el final.

Terminamos la jornada anterior sentados al fresquete en la terraza del hotel, despidiéndonos de lo que sabíamos que sería la última velada del viaje.

Anocheciendo entre nubes

Por la mañana, al asomar la cabeza por la ventana en nuestro hotel de la Alberca, volvemos a ver el cielo tapizado de nubes, tan amenazadoras como en días anteriores, aunque parece que esta noche no ha llovido.

Volvemos a cargar por última vez las motos y decidimos ascender el Portillo de las Batuecas, en cuyo descenso hay que esmerarse al máximo debido al encadenamiento de curvas cerradas. Nuestro siguiente destino era la localidad de Riomalo de Abajo, desde donde sale la pista que lleva hasta uno de los rincones más espectaculares de nuestra geografía: el Meandro del Melero, curva de una belleza inigualable del río Alagón, donde paramos a disfrutar un buen rato del paisaje.

De camino a Béjar hicimos otro alto en el camino: Montemayor del Río, otra de las joyas de nuestra arquitectura monumental escondida entre las curvas más diabólicas de la Salamanca profunda. Aprovechamos para visitar el interior del castillo y tomar un refrigerio.

El cielo se estropeaba por momentos y notábamos alguna gota de agua de vez en cuando en la pantalla del casco. Al dejar atrás Béjar, atravesando el Barco de Ávila, nos metimos de lleno en la Sierra de Gredos: por la pintoresca carretera AV-941 (por cierto, muy bien asfaltada) fuimos pasando por todas las poblaciones más importantes del norte de estas montañas. En Hoyos del Espino se encendió la reserva y decidimos parar en Navarredonda de Gredos a repostar y, de paso, a preparar nuestra última comida en ruta. Comenzó a llover, pero de manera débil.

Evitando las carreteras principales, continuamos hasta Robledo de Chavela por Cebreros, viendo con desolación la increíble extensión quemada como consecuencia del incendio que el pasado 18 de agosto arrasó cerca de 22.000 hectáreas partiendo desde la localidad de Navalacruz.

Y desde Fresnedillas de la Oliva decidimos evitar las vías rápidas, hasta que nos acercamos a Majadahonda, para entrar en Madrid de la manera más relajada posible.

TODAS LAS FOTOS DEL VIAJE

Recorrido completo

Al final han sido 2.600 kilómetros de disfrute, con 17 provincias y 2 países visitados, en estas 11 jornadas que queremos compartir con los lectores de esta web.

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