Ruta en moto por Soria, La Rioja y Navarra

En apenas 24 horas, sin planificación alguna, decidimos emprender una pequeña ruta para huir del calor veraniego de julio en la ciudad de Madrid y la ruta estaba clara: ¡hacia el norte!

Nos costó poco convencer a nuestra “otra parte” de los viajes en moto: Chichu y Yola tardaron poco más de cinco minutos en decidir que se unirían a la expedición contra las olas de calor. Y no es que con una escapada de unos pocos días terminásemos con los rigores del verano, pero estábamos convencidos de que sería suficiente como para recargar las baterías de optimismo y hacer algo diferente a buscar el rincón más fresco de la casa o a colocarnos delante del chorro de un ventilador o un aire acondicionado.

Primera etapa: Madrid-Abejar 230 km

Para abandonar Madrid por el rincón más pintoresco, evitando el uso de vías de alta capacidad, nos desplazamos hasta Fuente el Saz de Jarama, desde donde enlazaríamos varias carreteras solitarias (consultar el track) hasta desembocar en la Sierra Norte de Guadalajara, atravesando las poblaciones más emblemáticas de estas montañas: Cogolludo, Hiendelaencina, Naharros… hasta llegar a Atienza, desde donde nos meteríamos de lleno en la provincia de Soria para circular por los singulares parajes que rodean a Berlanga de Duero o Ventosa de Fuentepinilla, desde donde se alcanzan las cotas más elevadas de la meseta castellana.

Plaza Mayor de Cogolludo

El final de la ruta nos llevó a descender hasta la depresión del Duero, donde encontramos alojamiento en un bungaló de madera en un camping de la localidad de Abejar, a muy pocos kilómetros del gran embalse de la Cuerda del Pozo.

Camping de Abejar

Nuestro primer objetivo ya estaba conseguido: esa noche buscaríamos una chaqueta para cenar en el porche y dormiríamos con una manta.

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Segunda etapa: Abejar-Sierra de Urbasa 211 km

Amanecer entre pinos, dentro de una casita de madera, es una de las mejores experiencias que puedes vivir si es que no estás acostumbrado a este entorno de manera cotidiana.

Dejamos atrás Abejar para visitar las calles empedradas de la localidad serrana de Vinuesa, quedando a nuestras espaldas el valle del Duero, al tiempo que emprendíamos las primeras rampas que nos llevarían hasta coronar el panorámico puerto de Santa Inés, balcón privilegiado tanto de las cumbres de la Sierra de la Demanda, como de la comarca de Cameros.

Puerto de Santa Inés

En pleno descenso del puerto, una vez rebasada la localidad de Montenegro de Cameros, continuamos, girando a la izquierda, por la carretera del puerto de Montenegro, por la que nos meteríamos de lleno en la parte riojana de la Demanda, atravesando las esbeltas poblaciones de “las Viniegras” (de Arriba y de Abajo) hasta desembocar en la centenaria Venta de Goyo, tras cruzar el río Najerilla (hay gasolinera).

Gasolinera de Venta de Goyo

Descendiendo paralelos al Najerilla, por una de las mejores carreteras que conocemos para rodar en moto, llegamos hasta Nájera, donde aprovechamos para comprar provisiones y poder seguir cocinando nuestros propios menús.

La ruta continuaba entre viñedos, atravesando los territorios de las poblaciones más célebres del vino de Rioja: Elciego, Laguardia, Elvillar… donde se pueden visitar infinidad de bodegas (previa reserva). Al frente nos esperaban las pétreas cumbres de la Sierra de Cantabria (Kantauri), que atravesamos por la carretera que asciende hasta el puerto de Bernedo pero que abandonamos en Lapoblación para continuar entre curvas y barrancos hasta desembocar en los mejores hayedos de la Sierra de Urbasa, donde disfrutamos de las mejores vistas desde su Balcón de Pilatos.

Balcón de Pilatos

La jornada se terminaría en el camping de Urbasa, donde volvimos a conseguir otra casa de madera para alojarnos.

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Tercera etapa: camping de Urbasa-Erro (Esnoz) 213 km

Durante los primeros kilómetros un espeso bosque de hayas nos acompañaría hasta que, una vez atravesamos Uharte-Arakil (de manera un poco ilegal) ascendimos por una pista de hormigón hasta el Santuario de San Miguel de Aralar, lugar de obligada visita si viajas por estas tierras: tanto por sus connotaciones histórico-religiosas, como por las panorámicas que desde aquí se contemplan no podemos dejar de visitarlo, amén de lo entretenidas de las carreteras de curvas que rodean este singular enclave.

San Miguel de Aralar

En el fondo del valle llegamos hasta Lekumberri, momento que aprovechamos para refrescarnos en un bar y hacer algunas compras para organizar los próximos avituallamientos. Al tiempo que descansábamos, siguiendo algunas indicaciones de nuestro amigo Faus, buen conocedor de su provincia, Raquel organizó una ruta por las carreterillas más perdidas del norte de Navarra: Arkiskil, Ezcurra, Zubieta, Elgorriaga, Santesteban… para continuar por el curso del Bidasoa hasta que, una vez atravesada la localidad de Oronoz-Mugaire, encontramos la ignota entrada a la denominada “Carretera del Infierno”, por la que recorrimos la margen derecha del Señorío de Bertiz que, a posteriori, enlazaríamos con un entramado de pistas asfaltadas (de aquella manera) que nos llevarían hasta la peculiar localidad de Zugarramurdi, desde donde nos dirigiríamos a la frontera francesa en el paso de Dantxarinea.

Carretera al Molino del Infierno

El tercio final de la etapa discurriría por la carretera N-121-B y la NA-740 hasta las cercanías de Zubiri, donde giraríamos a la izquierda para “desandar” el Camino de Santiago hasta la población de Erro. En una pedanía cercana, Esnoz, conseguiríamos un par de habitaciones en una casa particular, donde nos permitieron incluso utilizar la cocina… y algunas viandas locales con las que prepararíamos nuestra cena.

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Cuarta etapa: Erro-Castillo de Javier 136 km

Como si de otro país se tratase, amanecimos con el cielo totalmente cubierto y, a los pocos kilómetros de iniciar la ruta, en pleno descenso del Alto de Mezkiritz, comenzó a llover con intensidad. Algo anecdótico si viajas con ropa de agua en las maletas, aunque desluce la diversión cuando la carretera está plagada de ingeniosas curvas.

Descanso y almuerzo en Burgi

Rodando siempre hacia el este, atravesamos las carreteras que descendían de Roncesavalles, Irati y Larrau, hasta unirnos con la que atraviesa el Valle del Roncal, coincidiendo con la localidad de Burgi, donde nos detuvimos para almorzar, continuando por las hoces de Burgi y Salvatierra. Una vez atravesados estos desfiladeros, el paisaje se abre y desembocamos en la llanura que da cabida al gran apresamiento de Yesa, desde donde nos dirigimos al Monasterio de Leyre para visitarlo con detenimiento.

Monasterio de Leyre

El final de la jornada lo organizaríamos junto al Castillo de Javier, donde encontramos un alojamiento que nos permitiría olvidarnos de las motos y realizar una dilatada visita a este conjunto histórico, perfectamente rehabilitado, con tanta relevancia arquitectónica.

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Quinta etapa: Castillo de Javier-Yanguas 177 km

Ya tocaba iniciar la vuelta a casa, por lo que la ruta tendría una marcada dirección hacia el suroeste, pero todavía quedaban rincones por disfrutar con nuestras motos.

Abandonamos la localidad de Javier en dirección a Sangüesa, pero enseguida nos salimos de la carretera principal (NA-127) continuando por la pista de servicio del gran Canal de las Bardenas: mal asfalto, plagada de agujeros, pero muy pintoresca y carente de tráfico.

Nos encontramos con nuestro guía Faus

Desembocamos en Carcastillo, donde nuestro amigo Faus, que estaba siguiendo con detalle nuestro periplo, nos esperaba para mostrarnos la entrada más racional al Desierto de las Bardenas Reales.

Entrando en la pista de las Bardenas

Cualquier Parque Natural es bonito pero, cuando esta demarcación tan agreste ha recibido esa figura de protección, ha sido por la belleza intrínseca que esconde entre sus páramos, barrancos y formaciones fantasmales de conglomerado pétreo esculpido por la erosión de los elementos.

Cárcavas y barrancos en las Bardenas

Atravesar la treintena de kilómetros que las Bardenas Reales tienen abiertos al público no reviste mayor complicación para una moto que el de adecuar la velocidad al firme deslizante sobre el que se rueda y es casi más complicado convivir con la cantidad de turistas (furgonetas, autocaravanas, SUV…) que campan a sus anchas por aquí que preocuparse del terreno.

Chichu, Raquel, Yola y Pablo

Una vez atravesado el desierto, continuamos atravesando las localidades de Cintruénigo, Fitero e Igea, desde donde abandonamos la ruta principal para acceder al valle del Cidacos atravesando el puerto de Vellaroso.

Iglesia de Santa María de Yanguas

Al llegar a la población de Yanguas conseguimos alojamiento en una casa rural y aprovechamos para visitar su conjunto arquitectónico-artístico, el castillo y la espectacular iglesia de Santa María (muy recomendable, con visita guiada).

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Sexta etapa: Yanguas-Madrid 277 km

El desayuno ya sabía a despedida, pero todavía nos quedaban unas cuantas horas de carreterillas hasta regresar a nuestros domicilios; no era cuestión de desaprovecharlas.

Remontamos el valle del río Cidacos por el panorámico puerto de Oncala, para acceder a Soria por la moderna autovía que utilizaríamos para llegar hasta las cercanías de Almazán, donde abandonaríamos esta gran carretera para continuar por las grandes llanuras sorianas.

Valle del Cidacos

La última parada la haríamos en Barahona, donde nos despediríamos de Chichu y Yola ya que, en pocos kilómetros, ellos continuarían en dirección a Guadalajara y nosotros hacia Madrid. La temperatura todavía era agradable, pero no podíamos demorar mucho el viaje si queríamos evitar la canícula de finales de julio coincidiendo con la finalización del recorrido.

En pocos kilómetros llegamos hasta Atienza, donde retomaríamos el itinerario que utilizamos en el viaje de ida.

Otra aventura más entre los cuatro

Poco más de 1.200 kilómetros, solo 6 días de aventuras, pero han sido suficientes como para disfrutar al máximos de este viaje tan divertido como edificante para todos nosotros.

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La ruta completa

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