Los viajes en moto de los últimos 14 años

Aunque ando en moto desde que conseguí mi primer permiso de conducir a los 14 años, a mediados de la década de los 70 del pasado siglo, y siempre he viajado con las diferentes máquinas que he tenido, no ha sido hasta 2009 cuando he podido hacer grandes viajes.

Soy un viajero vocacional, no profesional, y mis periplos han estado condicionados por el trabajo y las obligaciones familiares, pero siempre he podido conseguir esas tres o cuatro semanas en las que he logrado completar algunos de los objetivos que más llaman la atención a cualquier aficionado a los viajes en moto.

Desde que empecé a rodar en motos trail, con mi primera Suzuki V Strom 650, las fronteras más próximas dejaron de existir y, comenzando por los Pirineos o los Alpes, los destinos más asequibles, empecé a planificar cada vez itinerarios más largos, aunque siempre limitado por los periodos que disfrutaba de vacaciones. Pero enseguida me di cuenta de que 15 o 20 días bien organizados dan para mucho, pudiendo diseñar rutas cada vez más complejas e interesantes, con objetivos cada vez más ambiciosos.

Muy bien acompañado

La posibilidad de viajar siempre con Raquel, mi pareja, cada uno en su moto, facilita aún más la organización de cualquier itinerario, ya que lo convertimos casi en una rutina cotidiana y eliminamos muchas de las trabas que se presentan cuando tienes responsabilidades que atender fuera del mundo de la moto.

Con todas las motos que han pasado por nuestras manos hemos disfrutado siempre al máximo de los viajes y podemos certificar que no existe la moto mala para viajar, si no el viajero equivocado de montura al seleccionar el itinerario. En el vídeo que hemos recopilado de los 14 últimos años se puede comprobar cómo hemos rodado lo mismo por autopistas, como por las peores carreteras locales o por muchos miles de kilómetros de pistas y caminos de tierra. No cabe duda de que una trail, con unos neumáticos acorde con nuestras pretensiones, es la moto ideal para despreocuparte de lo que vendrá después.

Campo Imperatore, Gran Sasso

Hacerlo por placer

Nuestros viajes han tenido como únicos objetivos conocer otras culturas y paisajes, enriquecernos como personas y disfrutar del tiempo libre que le hemos dedicado. Plasmar esas vivencias en vídeo, fotos o en los artículos que vamos subiendo en nuestra página web jamás ha tenido ninguna finalidad económica, ya que nuestros ingresos siempre han procedido del trabajo profesional (en mi caso, ahora, de la jubilación), por lo que tampoco hemos realizado campañas de difusión masiva en redes sociales, ni peticiones desesperadas de likes, suscripciones o compartidos. De hecho, cuando se podía, todos los contenidos que íbamos subiendo a la Red tenían desactivada la opción de la indexación en motores de búsqueda, por lo que solo los veían nuestros amigos y familiares o a quienes les hubiera pasado alguien algún enlace de los citados contenidos.

En el vídeo que acompaña este post hay reflejados algunos de los viajes que hemos realizado pero hay muchos más, aunque hemos tenido que seleccionar los que nos han parecido más relevantes o este contenido hubiera sido interminable.

Montes Apuseni, Rumania

Destinos de ensueño

En los miles de kilómetros que han recorrido nuestras motos hemos podido conocer destinos que, hasta ese momento, solo existían en nuestra imaginación. Mojarnos las manos en el Mar Báltico, cruzar los bosques de Lituania, hacernos una foto en la frontera de Rusia, atravesar los Cárpatos por la célebre Transfagarasan, recorrer los caminos de tierra medievales de Transilvania para adentrarnos en la Sajonia rumana (Viscri), recorrer los mil lagos de Masuria, descubrir las 16 iglesias de madera del sudeste de Polonia, bañarnos en el lago más grande de Europa (Balatón, Hungría), pasar una mañana surcando las espectaculares aguas del Delta del Danubio, dormir en casas particulares con la fachada tiroteada en Bosnia, Croacia o Montenegro, atravesar en parque natural de Theht en los Alpes Albanos, asomarnos a la garganta más profunda del mundo (Vikos), recorrer una de las 10 carreteras consideradas más peligrosas de Europa (las 25 “serpentinas” de Kotor), bañarnos en la Costa Dálmata, respirar el aire clerical de los monasterios de Rila (Bulgaria) o de las Meteoras (Grecia), recordar el legado de Sócrates o Platón pisando las calles de Delfos, quedarnos abducidos por las espectaculares cumbres y los glaciares de los Alpes o los Apeninos, sentir vértigo recorriendo el sendero del acantilado donde se ubican las Cinque Terre italianas o las ferratas del Triglav (Alpes Julianos, Eslovenia), recordar lo pequeños que somos atravesando las enormes planicies del Campo Imperatore (Gran Sasso) o del Altipiano de Castelluccio di Noccia, suspirar recorriendo los cementerios musulmanes de Mostar o Sarajevo, saturar el paladar degustando una fondue bajo la sombra del Mont Banc en Chamonix, perder la noción del tiempo en las kilométricas galerías de las cuevas de Postojna o Škocjan (Eslovenia), ver amanecer en una tienda de campaña en el corazón de los Vercors… y regresar a casa con tantas y tantas historias que contar.

Frontera entre Lituania y Rusia

Vivir sobre la moto

Hemos visto al termómetro marcar más de 40 grados atravesando Grecia o Macedonia; sufrido los intransigentes vientos mistrales en el sur de Francia; padecido de las pedradas del granizo en los Alpes o los Pirineos; conducido cientos de kilómetros sobre carreteras encharcadas por una incesante lluvia en el norte de Europa; lamentado no haber viajado con guantes de invierno en pleno mes de agosto al atravesar los puertos más elevados de los Alpes; disfrutado de la caricia del sol al amanecer en las orillas del Danubio… la vida tiene los mismos atractivos e inconvenientes cuando te desplazas sobre una moto.

Este es un mínimo resumen de nuestras vivencias en los viajes en moto de estos últimos años, pero vamos a seguir coleccionando momentos como estos hasta que nuestro cuerpo aguante horas y horas agarrados a un manillar.

Muchas gracias a todos los que nos habéis acompañado en estos kilómetros, desde detrás de una pantalla o sobre el asfalto, de manera especial a nuestros “biker brothers” Yola y Chichu, quienes han sabido compartir nuestras ínfulas motoviajeras.

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